HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Septiembre de 2013

Luto en las academias

 

El  extraordinario y definitivo impulso dado a la Academia de Historia de Bogotá fue el empeño final que Carlos Monroy Reyes realizó con impactante éxito en favor de la capital de Colombia que tanto amó, defendió y sirvió. A su turno, los triunfos de esta institución cultural le proporcionaron a este varón esclarecido multitud de satisfacciones espirituales. Publicaciones, certámenes de gran resonancia, conferencias, debates de enorme altura humanística, se sucedían con enorme dinamismo, gracias a la fogosa actividad de Carlos Monroy Reyes. Con la Academia de Historia de Bogotá se propuso Carlos Monroy darle un sentido de pertenencia, una personalidad específica y una individualidad vigorosa a la importante capital de los colombianos. La institución, fundada por Elvira Cuervo de Jaramillo, humanista excepcional, a pesar de su juventud, ha sabido situarse entre las más respetadas y acatadas del país. Hoy agrupa a figuras de máxima representación en el terreno investigativo, intelectual y científico.

La historia, la esquiva diosa, tuvo en Carlos Monroy un cultor de nombradía. La historia está presente y nos rodea en todas las horas, pues no es otra cosa que vida. El presente es una condensación del pasado. Nos movemos en el tranquilo “ayer-hoy-mañana”. La tierra se hace historia desde que el hombre la toca y la transforma. Cuando se le preguntaba  a Cicerón, uno de los gigantes de la cultura grego-romana, para qué resucitaba tantas figuras de Atenas, contestaba: “es que a los vivos nos gobiernan los muertos”. Y esto es real. Una sociedad consta, no solo de los vivos. Un pueblo está conformado por los vivos, por los que están por nacer y por los muertos.

Carlos Monroy Reyes tuvo una vida ejemplar. Ocupó cargos de alta jerarquía, fue parlamentario, líder cívico, catedrático, columnista sobresaliente, ensayista, orador y empresario exitoso. Formó un hogar muy estimado por la sociedad y sus hijos y sus hijas ocuparon y ocupan un espacio destacado en la vida académica y profesional del país. La apreciada dama Carmen Torres Escallón de Monroy, no solo fue una esposa de meritorio protagonismo, sino todo un valor humano e intelectual. En forma notoria y eficaz colaboró con Carlos su esposo en todos sus empeños. A esta admirada amiga se le acata por sus atributos maravillosos.  

En un escrito mío, comentando el formidable libro de Carlos Monroy sobre Rafael Reyes sostenía; “Recordando a Walt Whitman, quien toca este volumen, toca a un hombre… El biógrafo lo baja de su pedestal y lo presenta al lector en toda su integridad… Vemos al estadista, al hombre del común, al prócer y también sus debilidades… todo ser humano sabe de las mieles del triunfo y también del polvo de la derrota… Reyes, el militar inderrotable, según Carlos Monroy, padeció la adversidad política, la humillación y el destierro...”. Los libros de Carlos Monroy fueron memorables. A los “Leopardos”, Silvio Villegas, Ramírez Moreno, Camacho Carreño y Eliseo Arango, dedicó semblanzas de antología.

La historia que cultivó este trabajador incansable tenía que ver con la sociología, el tono heroico, la ciencia, la literatura y la mejor narrativa. La historia es un arte, pero también es rigor investigativo; pide al escritor inspiración, pero también le pide reflexión; si en la historia entra en juego la imaginación, también se le exige al investigador reflexión, respeto a la verdad. Los hechos son intocables. En las valoraciones y en la interpretación sí puede actuar con independencia el autor.