Mario Laserna
La vida de Mario Laserna Pinzón fue bella y generosa. Todos, directamente o por reflejo nos beneficiamos con sus magnificas realizaciones. Quizá la cristalización más trascendental fue la Universidad de los Andes. Cuando lo invité al Centro de Estudios Colombianos hizo una exposición luminosa sobre la educación. La definía como una acumulación de saberes, experiencias y descubrimientos. La universidad es la salvación de un país. Allí se piensa y se hace pensar. Se estimula el potencial mental de la juventud. El claustro es una incubadora de líderes, de investigadores, de dirigentes y de hombres de bien. En lo que más enfatizaba Mario Laserna era en los valores morales. Cuando no hay moral, todo está permitido y todo se tolera. En Colombia sobran los docentes, pero pensadores como Mario Laserna escasean. Los López de Mesa, los Miguel Antonio Caro, los Cuervo, los Suarez, no son abundantes en la tradición nacional.
El pensador como Mario Laserna es la fuerza insustituible en el claustro universitario. Mario Laserna encarnó la sabiduría, el afán de investigar, el luchar por encontrar el origen de las cosas de la vida. En su existencia cívica fue un hombre austero, sobrio, apasionado por la lectura, el humanismo y todo lo que dignifica al ser humano.
Vimos a Mario Laserna muerto en un ataúd en la Universidad de los Andes. Nos conmovió observar su boca cerrada, donde antes florecían las ideas sustantivas; su mano yerta, que le sirvió para escribir obras fundamentales; sus ojos apagados, los que utilizó para ver más que sus contemporáneos y señalar grandes horizontes.
Mario Laserna sirvió al país con eficacia, desinterés y patriotismo. Fue uno de los pensadores más serios en el ambiente del humanismo. Se destacó como diplomático en Francia y como líder cívico.
Mario Laserna es como uno de esos raros ejemplares que aparecen de pronto en un país. Su presencia llena de orgullo, educa, ilumina, señala metas extraordinarias. En el humanismo se empleó a fondo, con toda su fortaleza espiritual. Cuando se le observaba y se le escuchaba, se olvidaba uno de su estampa llena de dignidad y decoro y se sentía absorbido por su inteligencia deslumbrante. Todo lo decía en tono cordial, con increíble sencillez. Los orientales repiten aquello de que el bambú entre más alto más se inclina.
Digámoslo de una vez. Nos fascina el humanismo. Humanismo se escribe con hache y con ganas. Todo lo que no sea espíritu es perecedero y desechable. El espíritu dignifica al ser humano. Mario Laserna perteneció irrevocablemente a la vida del espíritu. Por esta razón la muerte no lo sorprendió. Sabía que es el inicio de otra vida más importante y trascendental. Los materialistas piensan que la muerte es la clausura definitiva del ser humano. Esto es inaceptable. La obra máxima de Dios fue la creación del hombre. Y más que al hombre, su esencia espiritual que lo hace inmortal.
Hubo una época en que el humanista era cosa sagrada para los pueblos. Sus sentencias se esculpían en las paredes de los templos y servían de norma de vida de las comunidades.
Mario Laserna con el ejemplo de su vida iluminará a las juventudes, estimulará a los investigadores y será digno de imitar por todos los colombianos.