Finalizadas las vacaciones, regresar a Bogotá, por las visiones de fuera o gozar de su estadía en la temporada de mejor calidad de vida en la ciudad, da razón a nuestra esperanza en la disminución del tiempo de desplazamiento en la ciudad. En este sentido, la capital toma cuentas sobre el avance en infraestructura vial y de transporte en otros países e igualmente pone los puntos sobre las íes de cuál es la proyección de obras de la denominada Nueva Bogotá de Peñalosa.
Un ejemplo cercano es Panamá. Un país que con tres millones de habitantes tiene clara que la conectividad es la pieza clave de su competitividad, aunque sufre de trancones mayores a los bogotanos y que aguantan con una clama costera por cuenta especialmente de largas colas en las intersecciones y en horas pico, siendo uno de los países con mayor número de habitantes con carro. No obstante se nutre de largos túneles que no generan caos por cuenta de sus constantes lluvias, tiene línea de Metro, Metro Bus y autopistas desarrolladas.
Todos esperamos una Bogotá Mejor, una continuidad a los proyectos de movilidad, una Nueva Bogotá, -como comienza a decir esta administración- que con ganas y focalización busque imprimir calidad al diario vivir. Ojalá así lo lleguemos a sentir. Si bien se tiene la proyección, por fin, de la primera línea del Metro, que tardará cinco años; de la extensión a Soacha de las fases II y III de Transmilenio; el Cable aéreo de Ciudad Bolívar, el Regiotram para facilitar la movilidad del corredor Sabana Occidente Facatativá-Madrid-Bogotá; entre otras, el espacio lo quiero dedicar al tramo de la Avenida Longitudinal de Occidente, conocida como la ALO, por dos motivos: uno, su necesidad imperante y dos, un sentido de gratitud porque se mantenga la intención en la ley de honores porque lleve el nombre de Roberto Camacho Weverberg, por su reconocida dedicación en vida a Bogotá, como representante a la Cámara.
La Avenida en su primer tramo, previsto en el sur, cubrirá cerca de la mitad de la extensión deseada, 24 kilómetros y se proyecta como uno de los corredores alternos de ingreso a Bogotá, que beneficiará a más de dos millones de habitantes de Bosa, Kennedy, Fontibón, Soacha, Sibaté y Mosquera y disminuirá los tiempos de desplazamiento en media hora. Para entender su magnitud, constará con 46 puentes y 153 mil metros cuadrados de espacio público. La construcción de la obra está contemplada en Alianza Público Privada y cuesta cerca de un billón de pesos. Es realmente un megaproyecto.
Este año es clave la milimetría sobre su aprobación. Si se cumple, se estaría firmando la APP hasta finales del año y tendríamos luces para el comienzo de la Avenida Longitudinal de Occidente – Roberto Camacho Weverberg, de cumplirse la vocación de la Ley 1172 de 2007 en su honor.
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