En defensa de la vida
Si bien es cierto la vida es un aspecto que tratan muy a fondo las religiones, no sólo la católica, esto bajo ningún aspecto quiere significar que sea un tema de exclusividad religiosa.
Tal como lo anota el estadounidense Ronald Dworkin, a los ateos también les afectan los posibles problemas que derivan de tan debatido tema, cual es la vida, y si los afecta, es, precisamente por el valor intrínseco que tiene la vida, valor derivado de la naturaleza humana la cual no es diferente para los hombres religiosos y para los ateos, sino que por el contrario designa lo que es común a todos los hombres: la vida como valor que es sagrado y por lo tanto inviolable.
La vida no pertenece a un ámbito privilegiado, pertenece tanto a la biología como a la sociología, tanto al religioso como al jurídico, y esto, porque al ser la vida el ser del viviente ya al hablar de vida humana necesariamente nos estamos refiriendo a derechos, pues es imposible hablar de persona sin derechos y de derechos sin persona. Además, es la naturaleza humana la que fundamenta la igualdad, derecho amparado con celo en el artículo 13 de la Carta Política; igualdad que se predica de todo ser humano y que es fundamento y fin esencial de toda la Constitución.
La vida como es sabido por todos, es un bien debido a una persona determinada, desde su inicio, esto es, desde el momento de la concepción (La Corte Constitucional en sentencia C- 133 de 1994, reconoció que la vida comienza desde el momento de la concepción al citar al reconocido genetista JérömeLejeune), hasta la muerte, en virtud de un titulo jurídico el cual es la naturaleza humana y por esta misma razón es por la que también pertenece al ámbito del derecho, pues si tiene un titulo jurídico natural estamos hablando de un bien jurídicamente tutelado, reconocido por la ley positiva; mas precisamente artículo 11 de la Constitución Política.
Siguiendo con el aporte de Dworkin, la vida es intrínsecamente importante, no por ser algo instrumental, por depender su valor de la utilidad, de su capacidad de ayuda a las personas etc., sino por algo mucho más trascendental y realista, por ser un valor independiente de lo que las personas quieren, disfrutan o necesitan. Por tener un valor inherente, cosa que no predican únicamente las personas religiosas, pues por ser una verdad establecida en virtud de la naturaleza humana es común a todos y por lo tanto debe ser respetada, igualmente, por todos.