INICIA un abril raro, extraño e incierto como nunca. Termina un primer trimestre que nadie querrá recordar. Arranca un nuevo tramo con un mandato que nadie imaginó: el encierro.
Primera lección de la pandemia: todo es de todos y para todos. La salud pública nos pone en igualdad de condiciones, frágiles y expuestos a un sistema que no da abasto.
Todos en el mismo rasero en una especie de contagio moral.
El coronavirus puso el mundo al revés. Expuso la fragilidad del sistema de salud y embistió un modelo económico vulnerable.
Segunda lección: la pandemia nos acorraló en un confinamiento doloroso, inevitable; al tiempo que apagó semáforos de economía mundial.
Hoy están casi fundidos, intermitentes los fusibles del aparato productivo.
La máquina de producir, vender, exportar, trabaja a marcha lentísima, frenada.
Tercera lección: el contagio nos obliga a ser solidarios con el otro o nos derrota.
No tiene sentido político ni humanitario precipitar al suelo los precios del petróleo, ahondando la crisis. La soberbia de dos naciones es una canallada en medio de la emergencia sanitaria.
O nos unimos o nos hundimos. O socializamos la emergencia, tenemos corresponsabilidad en el manejo global de la pandemia, o estamos auspiciando muchos más muertos.
El ego, irresponsabilidad y ligereza con que actúan algunos alcaldes y gobernadores es pura insensatez. Todo debe pasar por un consenso, desde lavarse las manos, comprar equipos médicos como respiradores y probadores del contagio. Muchas piedras sueltas cuando todos vamos en el mismo vehículo.
Es preciso aplanar la curva del contagio, tanto como del pánico colectivo estimulado por la rapidez con que se propaga la desinformación.
Es urgente mantener el diálogo oportuno entre científicos, virólogos, epidemiólogos y gobiernos para establecer derroteros del asilamiento. Si es vital o no quedarse en casa unos días más, tal vez semanas o meses.
Los empresarios deben hacer parte del consenso. Está en riesgo salud de las personas, tanto como de la economía. El trabajo está amenazado por la expansión del virus, la producción en estado crítico, las ventas postradas y el ingreso de independientes y Mipyme, en cuidados intensivos.
La pregunta del millón este jueves: ¿Hasta cuándo aguantará desconectada la economía? ¿Hasta cuándo resistirán las familias encerradas? Ojo a los saqueos, al desespero. ¿Hasta cuándo tendrán cabeza fría los hogares sin ingreso para comer? ¿En 30 a 45 días qué decidirán los patronos con su nómina?
El empleo, el ingreso de millones de independientes que cerraron sus negocios, la producción, las ventas, la facturación, el crédito bancario, el ahorro, el turismo, los viajes, las reuniones y el día a día de las familias; más tarde que temprano tendrán que reiniciarse.
La economía no podrá seguir apagada indefinidamente. Más temprano que tarde los empresarios grandes y pequeño, microempresarios y los del rebusque; se reconectarán o el país se apaga.
Qué escenario más difícil. Qué duro tomar decisiones. Quedarnos en casa o contagiarnos. Reconectar la economía o quebramos. Pobre de los pobres. Qué complicado actuar en la tormenta.