Hacia un nuevo país | El Nuevo Siglo
Sábado, 5 de Septiembre de 2020

“Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos”. Martin Luther King.

 

En la Biblia, más exactamente en el libro de Éxodo, hay una historia muy interesante. Es la historia de Moisés y la nación de Israel.

En el capítulo tres del libro de Éxodo se relata como Moisés va a la montaña de Horeb, y allí tiene un encuentro con Dios, quien se presenta en medio de una zarza ardiente que no se consumía y le envía al Faraón de Egipto, para darle libertad al pueblo de Israel que llevaba más de 400 años como esclavos de ese imperio.

Los israelitas sufrían a manos de los egipcios opresión y maltrato y habían orado a Dios pidiendo su ayuda y Dios había escuchó sus plegarias y decidió actuar y remediar la situación, formando una nación en medio del desierto.

Dios ha visto los sufrimientos de Colombia, Dios ha visto los homicidios, la corrupción, el desempleo, la pobreza, la injusticia, el narcotráfico y la falta de una seguridad integral.

Gracias a Su bondad, esta nación no vive una situación como la de Venezuela, que aunque algunos desacertadamente, digan que nos parecemos, solo hace falta ver noticias y hablar con la gente de esa nación para darse cuenta, que a pesar de las dificultades de Colombia, estamos lejos de estar en una situación lamentable como la que, tristemente, enfrenta nuestra nación hermana.

Sin embargo, Dios quiere seguir actuando en Colombia. Dios escucha el clamor de los justos,  Él no es sordo ante las oraciones que su pueblo hace por la nación, ni es indiferente ante el sufrimiento de la gente.

Dios quiere guiarnos hacia una nueva nación, una conforme a Su amor, verdad y sabiduría. Necesitamos una nueva Carta Política, una que le dé el primer lugar a Dios y Sus principios con el respeto y garantía de derechos de los demás credos y religiones. Una Carta Magna que incluya la obediencia de las normas sabias de Dios, que traen orden, desarrollo y riqueza.

Ni la izquierda, ni la derecha han demostrado ser una respuesta satisfactoria para el país, es la hora de tomar el camino de Dios y Su sabiduría. Que la nación se vuelva a Él y que nuestras normas le honren.

Es necesario que nos unamos como gente de fe y nos organicemos para dar la batalla por una nación que se rinda a Dios y sea transformada por Su gran poder.

La indiferencia no nos puede detener, el temor no nos puede detener, la oposición no nos puede detener en el intento de construir una nueva nación, un nuevo pacto con Dios en el centro; y que establezcan las bases para un nuevo país, más prospero, justo, seguro y de fe.

Cuando una nación le da el primer lugar a Dios será próspera y más feliz. Lejos de Dios y en la oscuridad de no acatar su verdad, solo hay muerte y destrucción. ¡Vamos hacia este nuevo país, de Su mano!