GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Diciembre de 2013

Las confesiones

 

Desde  San Agustín el género de las confesiones públicas ha venido evolucionando grandemente y de manera acelerada. En un inicio quien “se confesaba” lo hacía de  sus propios pecados y debilidades pero a medida que se colocaba en relación con otros fue inevitable compartir culpas o asignarlas. Y así vino evolucionando esa tendencia que hoy día es un caudal inevitable. Todos quieren contar su historia. El “Gran Hermano” así lo exige y lo que antes se cuidaba celosamente, hoy el propio protagonista  lo cuenta sin necesidad de confesores o de siquiatras.

La gran obra maestra de este género son Las prisiones de Silvio Pellico que por sus características son difícilmente igualables.

Andrés Pastrana acaba de publicar un segundo libro sobre su vivir y su acción en la política. A todas luces es importante. Andrés sabe que la historia por lo general no la hacen los que la hacen sino los que la escriben y hoy día quienes la “cuelgan” a las redes. Eso lo ha intentado en su “biblioteca virtual” y es bueno.

Ojalá los implicados en la memoria del exgobernante acepten el desafío -aunque se maltrate la literatura colombiana- de escribir lo propio y todos documentarlo con ese aparato crítico que en este tipo de obras está casi ausente.

El desafío de Pastrana es claro: “que cada quien hable”; hasta el momento solo se han producido frases de reacción pero eso no basta.

Y es bueno que lo hagan ahora porque esta endeble democracia no puede acogerse al secreto. Quien gobierne debería al final de su mandato “decir toda la verdad y nada más que la verdad”.

El gran estadista que fue Don Misael acertaba cuando decía que la mayoría de los políticos nuestros no tienen memorias sino amnesias, lo que hoy denominamos “alzheimer táctico”.

Andrés Pastrana es persona honrada y es de esperar que haya ya contado lo que debía y tenía que contar. Ahora el turno es de los otros que por su forma de reaccionar recuerdan aquella obra de Zorrilla en Don Juan Tenorio cuyo protagonista se autoflagelaba con el predicamento aquel : “Por donde quiera que fui / la razón  atropellé / la virtud escarnecí,  /a la justicia burlé/… y en todas partes dejé / memoria amarga de mí”.

La democracia colombiana necesita en blanco y negro y firmados los testimonios y las personales “verdades” de quienes están mencionados en Memorias olvidadas.

La “Patria Boba” se resiste a desaparecer pero se ha de ayudarle; no se puede continuar así. La verdad de una nación ha de ser pública con todas las fragilidades que por lo común tienen todas estas “verdades”.

Es dura la lucha por ese pequeño renglón que la historia dedicará a cada presidente. Pastrana lo marca en la “verdad” dicha; a los otros queda pronunciarse. Serpa puede ahorrarse el esfuerzo, la historia no hablará de él ni demandará su opinión.

guilloescobar@yahoo.com