GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 30 de Abril de 2013

El largo “adiós” de Benedicto

 

Hace un par de meses se fue Benedicto. Su muerte jurídica fue instantánea. Se le lloró dos días, se le extrañó ninguno. “Sit transit gloria mundi” decían los latinos. La gloria del mundo es breve. Si hubiese coincidido la muerte  corporal de Ratzinger con la de Benedicto durante varios días se hubiera expresado algún dolor. Se hubieran celebrado los “novendiales”, y el pre-cónclave donde se fraguó la candidatura de Bergoglio habría pasado inadvertido como sucedió a la muerte de Juan Pablo II .

Benedicto lo quiso así y pasará a la historia pues con su gesto -y las obras que lo precedieron- limpió el terreno y expulsó alimañas para permitir que quien llegara lo hiciera con otra imagen, cambiara escenario y diera un portazo al ayer con el que lidió el Papa alemán y que tanta fatiga le causaron.

La escogencia del Espíritu Santo -y quizá de Ratzinger- fue contundente. El elegido no llega con ningún lastre ni con una herencia cargante.

Benedicto se supo ir y es lección para aprender. Se fue como afirmaba Machado “ligero de equipaje”: su gato, unos libros , unas partituras  y la escasa indumentaria de alguien que no saldrá de su voluntario retiro. Es equipaje de mano para un camino no muy largo.

En el retiro de Castelgandolfo discurre urgido hacia la eternidad con una enfermedad terminal que lo va agotando a diario y que al contrario de Juan Pablo no será convertida en noticia y demostrará que no se quiso someter a ver a su Iglesia gobernada en su nombre por otros. Es cuestión de estilo y él lo había anunciado y la mayoría lo había olvidado.

Volverá a ser noticia cuando el cuerpo vencido por la fragilidad de la naturaleza se rinda y dé paso a las “ceremonias del adiós” no cumplidas de la ruptura del anillo y del sello hasta ahora inutilizados  y que le serán colocados en una bolsa que irá amarrada a su mano derecha. Todo lo demás está listo. La biografía está terminada y empacada en un depósito cilíndrico de bronce que irá a los pies de su cuerpo inerte. Y está listo, igualmente, el lienzo que ha de cubrirle el rostro para que al llegar a la presencia de Dios sea éste la presencia misma de la resurrección que primero vea.

Joseph Ratzinger se está yendo con su urgente lentitud pero así lo quiso para crear un precedente y hacer de su muerte jurídica como Pontífice el instrumento más útil para “sacar del templo” a los mercaderes que no deben estar en él.

En efecto serán muchos los que salgan y preventivamente estarán arreglando valijas y con cada uno de ellos terminará de marcharse ese gran Papa que hoy olvidado supo no solo vencer a los enemigos de la Iglesia sino llevarlos allí donde habita el olvido.

Entre tanto Francisco se levanta como el símbolo de la nueva época que llega.

guilloescobar@yahoo.com