Los viajes del Papa Francisco
Hay en este oficio de la comunicación, de la tarea periodística, del comentario útil algunas personas que utilizan -dada la informalidad de los actuantes- el viejo expediente de “dar una noticia” y luego darse a la búsqueda de algún protagonista que ratifique o rectifique lo que desde el inicio fue invención. Eso se ha vuelto común con Francisco que gracias a Dios tiene como vocero al jesuita Lombardi que no sin gracia coloca cada noticia y cada acontecimiento en el lugar que le pertenece e insta a los de nuestro oficio a leer más y pensar para saber acercarnos con mayor limpieza a las noticias que se van desarrollando y muchas veces cambiando de orientación en cada momento.
Acaba de cumplirse el viaje a Filipinas con un resultado pastoral absolutamente positivo. No se trata de confirmar si los cien elefantes cumplieron exactamente su tarea de inclinarse ante el Papa. Se trata de entender las razones por las que Francisco fue allá a establecer identidades de fe, cercanías de esperanza y testimonios de solidaridad. Naturalmente esto no sale en cámara y solo llegará a la verdadera información a través del buen periodista, del buen comentarista para poder calibrar el gozo, los compromisos con la Nueva Evangelización de una cristiandad tan viva y de tantas realizaciones como la de las Filipinas.
El Evangelio constituye en verdad el libreto de los viajes pontificios. Al Papa le importa ir allá donde la “Buena Nueva” pueda decirse a gritos y pueda entender gestos. Interesa a Francisco la familia porque es la única puerta de ingreso en una nueva civilización y es el semillero no solo de las instituciones sino de un Nuevo Humanismo que ha de ponernos a salvo de esta “insoportable levedad del ser”, de esta sociedad “líquida” donde las reglas del juego han desaparecido para dar paso a la “Ley del más Fuerte”; interesan al Papa esas regiones donde se están haciendo esfuerzos ciertos por la equidad y por la paz que al decir de Juan Pablo II tendrían que identificar a todos los cristianos católicos porque no es concebible que “Evangelio en mano” se esté en contra de la paz y de la convivencia no importa qué sacrificios comporte el obtenerla e interesan al Papa esas regiones que quieren ser confirmadas en la fe y claman institucional y socialmente por su presencia. El clamor de la cristiandad es quien mueve al Pontífice. Nadie maneja al Papa y menos a éste que si bien a todos escucha, de todo se informa, todo analiza luego de ponerse por medio de la oración en presencia de su Señor decide “solo” a la mejor usanza de los Hijos de Ignacio de Loyola.
Logró así terminar entre EE.UU. y Cuba la tarea iniciada por Juan XXIII en la mediación entre EE.UU. y Rusia porque es preciso terminar con los ciclos de violencia que marcaron el siglo XX como el “Siglo de las ideas asesinas”. En su reciente mensaje a los diplomáticos animaba los esfuerzos que hace Colombia por el establecimiento de una buena paz.