Guillermo León Escobar | El Nuevo Siglo
Martes, 4 de Noviembre de 2014

El último escándalo

 

No descansa esta sociedad de la “comunicación” que muestra  su eficiencia “incomunicando” a la comunidad  mediante el exceso de informaciones repetitivas y casi siempre inexactas que, a veces, son creadas para arrancar un desmentido  que se convierta en noticia, genere una polémica llevándose de paso en muchas oportunidades la honra de las personas.

Hay, en efecto, gente que entrevista a un “presunto inocente” o a un “presunto culpable” en que el objetivo central parece centrarse en el lucimiento del “interrogador “ que grita, regaña, elabora juicios de valor y coloca respuestas en labios de sus víctimas que no saben cómo defenderse de estos episodios que se constituyen en un “juicio mediático” que puede provocar la “fragilidad” del juicio real y anima a sectores de la comunidad a desestimar el juicio legal si desmiente el por ellos organizado. Eso es de tremenda gravedad porque el comunicador diletante cree que  entre más escándalo será mejor su porvenir y no vacila en hacer todo lo posible por dejar por tierra la solvencia moral de sus “colegas “.

Colombia cuenta con excelentes  entrevistadores, bien formados, bien informados, que muestran preparación y que crean opinión y por tanto cumplen con la tarea de ser formadores de ciudadanía.

Es claro que además para “entrevistar”, elaborar reportajes, informes especiales  es preciso tener formación, buena formación, manejo del lenguaje (a veces molesta la maestría en el uso del inglés y la deficiente formación en el uso del castellano. También hay que advertir que la noticia traducida ha de ser digerida para saber de qué se habla).

Por ello se dejan escapar las “noticias” para buscar la “escandaleta”; los problemas fundamentales ceden su puesto a cualquier otro tipo de actividad que despierte pasiones  -legítimas es cierto pero usadas “con cierto ritmo y cierta proporción”-.

Y es que Colombia está requiriendo que los verdaderos periodistas y comunicadores  reclamen sus fueros y lo que de ellos se deduce. Hay que tomar en serio el cambio que está sufriendo el país y los desafíos que está presentando este “advenimiento de la paz” que será más difícil si no es acompañado por las tareas de una “buena prensa”. Eso no quiere decir dejar de advertir, de preguntar interpretando los interrogantes de la ciudadanía pero tampoco dejar de resaltar lo logrado y presentarle a la comunidad los reales esfuerzos que se hacen para aclimatar la convivencia.

Es preciso esperar que esa escuela formadora de ciudadanos que se ampara bajo el genérico de “medios de comunicación” retome lo que vale del pasado, lo que en el presente ha mostrado calidad y que se tenga la capacidad de diseñar cual ha de ser la participación en una sociedad que nace y que será diferente -muy diferente- a la que hoy se vive.

Formar comunicadores y periodistas va más allá del expertismo en el manejo de medios. Hay que crear criterios que permitan justipreciar los acontecimientos y a las personas que los generan.

guilloescobar@yahoo.com