Francisco no para
Es incansable este Papa. Su estilo es diferente al de los pontífices que sucedieron a Pío XII. La serena celeridad de Juan XXIII al que una personalidad tan lejana al cristianismo como la filósofa Arendt calificaba como el Papa cristiano por excelencia y lo colocaba como uno de los modelos de “hombres en tiempos de oscuridad”; los complicados pero magníficos discernimientos de Paulo VI que sabía cómo colocar improntas en la historia; el sereno pero interrumpido coraje de Juan Pablo I y la maestría comunicativa de Woytila, unidas todas a la acción del teólogo más importante de la Iglesia desde Tomás de Aquino centrado en la figura valiente de Benedicto, son todas facetas que cubre un Papa como Francisco que arrastra la carreta del pasado con todo lo que ella tiene de significativo y planta reales un poco más allá del presente para inducir las necesarias reflexiones que muestren líneas no solo de renovación sino de creatividad en ese evangelio que convoca hoy día a la tarea de volver a Jesús.
No se trata de “desacralizar” la imagen del papado como intentan decir algunos sino de recuperarles a las gentes la capacidad de ir más allá del Papa de turno y descubrir de nuevo a Jesús el Cristo que es el magnífico encuentro con Dios.
Es un esfuerzo titánico que obliga a ser multitemático y prodigarse serenamente diciendo y pronunciando la palabra oportuna pero sobre todo el gesto preciso que remite a esa imagen del Señor que acoge, censura, perdona y en definitiva ama a quienes lo buscan con honestidad espiritual.
Hay quienes no entienden el camino de este elegido por el Espíritu para ingresar en las dimensiones nuevas de la globalización. No son “mala gente” como los censuran algunos sino que no todos llegan al mismo tiempo a los portalones de la historia y viéndolo bien dan una enorme contribución a quienes llevan un paso más rápido porque obligan a colocarle prudencia a la premura y a matizar pronunciamientos que no pueden en una historia móvil ser definitivos.
Aceptar conversar y controvertir sobre temas que por lo común eran vedados fue el llamamiento que realizó Francisco al pedir humildad y coraje en el momento en que cada quien debía decir su verdad. Lo magnífico fue que muchos le tomaron la palabra y dijeron lo que debían decir con una entereza enorme.
Las reuniones de iglesia ya no volverán a ser -al menos las que presida Francisco-llenas de ese interesante aburrimiento de quienes escuchan sino de aquellas controversias que causan los “signos de los tiempos” cuando se ven desde las facetas de todas esas partes del mundo en donde la semilla cae, fructifica y crece pero llega a los cristianos y a todos con sabores y presencias diferentes sin desfigurar en ningún momento el mensaje.
Y así es Francisco, un hombre dotado de una enorme capacidad de percibir a través del “sentido común” los matices de las preocupaciones y esperanzas de las gentes de hoy y de quienes van a forjar el mañana.