De los delitos y las penas
“Nadie negocia para que lo encierren”
Excelente el planteamiento del Cardenal en una entrevista antes de dejar su cargo como presidente de la Conferencia Episcopal. El gran tema fue el de la justicia transicional. ¿Irán a la cárcel los guerrilleros? Quedó claro que para el arzobispo existen o deben existir penas sustitutivas que no comporten la pérdida de la libertad de movimientos. Nadie negocia para que lo encierren. Eso es cierto porque coloca en evidencia que se está hablando de poder a poder. Lo que vivimos es una guerra en la que la sociedad civil padece y en la que nuestros soldados y policías dan muestras inagotables de heroísmo.
Santos hace bien buscando el cese del conflicto. Toda muerte ha sido, es y será inútil. Hay quienes no quieren la paz porque viven y cimientan su poder en la guerra. Si se logra la paz, ella será muy difícil, algo así como una guerra fría o una paz caliente. Nuestra ciudadanía está dividida frente a la paz, pero también lo está la guerrilla.
La declaración del Cardenal es un apoyo a Santos, pero todo parece indicar que no todos los obispos están de acuerdo ya que son varios los que se oponen a la impunidad –entendido que el castigo ha de ser la cárcel- e interpretan con ello la división real de sus fieles.
Regresa entonces el asunto de las penas sustitutivas. Cesare Beccaria abogaba por ellas reclamando penas leves y humanas, proporcionales e iguales para todos. Todos sabemos que en nuestra “cultura” eso es casi imposible, pues existe la certeza que antes que la justicia existe la venganza y luego de ambas se le puede dar una oportunidad al perdón. Es lo que se escucha a diario. La pregunta a colocar a consideración del ciudadano es ¿cuáles serían las penas sustitutivas a la pérdida de la libertad? Sería un buen referéndum que daría fundamento político a la discusión que comienza.
El nuevo presidente de los Obispos deja entender profundas diferencias con Santos no en el objetivo sino en el ritmo, ya que éste decide qué aplicables y realistas son los pactos.
Todas las argumentaciones de estos días, sin embargo, sirven para algo que se puede hacer de inmediato. Si se tiene la certeza que se puede dejar en libertad a secuestradores, a terroristas, a victimarios de miles de colombianos porque no son “peligrosos para la convivencia” apliquémosla y pongamos en libertad -con un puesto de trabajo que sustituya la diaria inversión en la mala manutención- a tanto equivocado, a tanto detenido que lleva tiempos esperando a ser juzgado, al ladrón de pastillas de caldos, a gente que no haya matado ni secuestrado, ni torturado. Eso si sería un experimento social interesante para gente que, condenada a la pérdida de su libertad, está sufriendo la pena adicional de la violación de todos sus derechos y de su degradación.
Y a propósito, ¿por qué no se da libertad a tantos militares a los que no se aplica el claro principio del “in dubio pro reo”?