La dinámica eclesial
QUE la iglesia dirigida por Francisco se mueve no hay duda y son visibles el gozo y en otros grupos la perplejidad y en muy pocos el normal desconcierto. El caso es que después de recorrer el largo camino que inauguró Juan XXIII con el Concilio Vaticano II respondiendo al anhelo de Pío XII de la necesidad de “rehacer el mundo desde sus cimientos”. Ese largo camino se fue construyendo con bases de renovación en Paulo VI y en Juan Pablo I y con la magia comunicadora de Woytila así como los ajustes y actualizaciones doctrinales de Benedicto que aún muchos no logran apreciar.
Todos ellos hicieron posible a Francisco. La madurez alcanzada por la iglesia institucional, por la ministerial y por el laicado han permitido el gozo, la alegría de la recepción del lenguaje gestual de Bergoglio que si bien es simple toca conciencias y desafía testimonios casi como diciendo que “a buen entendedor pocas palabras le bastan”.
La iglesia no negociará lo que a ella es esencial pero si entrará en conversación con un mundo que finalmente renuncia a mirar todo desde la ideología para enfrentar los desafíos que son comunes entre ellos aquel de la Misión del ser humano en el Universo.
Lentamente Francisco está llevando desde la inteligente simpleza del “Pobre de Asís” a que la economía se revise y entienda que hay imperativos como el del bien común y el de la equidad que deben encontrar una respuesta y que ella ha de solucionar la exclusión y abrirle caminos para la superación de la pobreza .
Se ha empeñado en que el Estado comprenda y rescate su capacidad de liderazgo y que se haga de la política no un lugar de corrupción sino como la retorta donde han de surgir los “humanizadores” que hoy se requieren.
Y es por ellos que ha querido que se profundice la urgencia de la paz abriéndole caminos a la verdad para que la que brote no sea una mala paz sino aquella signada por la reparación y por el perdón.
Pero nada de eso basta. Como realista sabe que los cimientos son aquellos de la familia y que mientras no se aclare verdaderamente el desconcierto y el desasosiego que el permisivismo ha generado causando una confusión que requiere disciplina mental, coherencia social y definiciones jurídicas ciertas lo que se haga -todo- no tendrá sentido. El trimestre final del año nos dirá de claridades surgidas desde el Sínodo.
Será entonces plenamente el momento del laicado de hacerse a la tarea de convertir en hechos de transformación el sacerdocio bautismal que lo obliga a expandir con la palabra y el ejemplo la “Buena Nueva”.
En definitiva este Papa ha retomado un camino que no se ha de abandonar jamás y que es aquel del “Volver a Jesús” en todos los momentos ya que esta civilización cristiana como es solamente puede crecer sobre esas bases del Mensaje que impele a la humanización y a la solidaridad permanente con el prójimo que hoy cada día demanda más respuestas urgentes.