Guillermo Franco Camacho | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Abril de 2015

Escándalos

 

Los escándalos son frecuentes en Colombia y es preferible su ocurrencia al ocultamiento porque se abre la esperanza de solucionar problemas sociales, en proporción directa a su intensidad, y  se plantea una hipótesis y no una verdad; sin duda el lector recuerda el debate fracasado alrededor de la reforma constitucional a la justicia debido a los “micos” introducidos por el Congreso. Se entiende que no se derivaron consecuencias importantes, por ejemplo, sanciones y cambios en el reglamento del órgano legislativo y, de haberse visto, hace falta una divulgación adecuada. El desenfreno de actualidad, en estos días, gira alrededor de Jorge Ignacio Pretelt, presidente de la Corte Constitucional, sin duda el organismo judicial de mayor prestigio en el país; se ha llegado al extremo de pedirle “hacerse al costado”, expresión equivalente al retiro, ante lo cual lo defiende Alejandro Ordóñez, procurador general de la Nación, con el argumento, de innegable validez legal, de no haber sido vencido en juicio el mencionado magistrado y para lo cual parece que se diseña la figura de la “indignidad”. Luce que lo sucedido ahora es de mayores proporciones que el mal ejemplo anterior.

Se propuso, durante los debates de la reforma constitucional de 1991, la eliminación de las facultades discrecionales del Estado y su remplazo por la transparencia absoluta: esta aspiración personal tuvo apoyo por parte del Nuevo Liberalismo; se han respaldado, en esta columna, dos proyectos derivados del principio indicado, o sea, su aplicación a la política de personal del Estado y la ley sobre el cabildeo que Germán Vargas Lleras promovió, sin éxito, durante varios años. Siempre se ha manifestado completo escepticismo respecto al logro de ambas iniciativas debido a las evidentes ventajas que perderían el Estado y los políticos; sin embargo, en el debate sobre el caso Pretelt ha surgido una aplicación parcial en el cabildeo enfocada hacia las altas Cortes y los magistrados que, de todas maneras, es un avance aunque excluye a los congresistas.

Conviene esperar el curso de los acontecimientos porque puede reiterarse el pronóstico pesimista usual. Pese a lo anterior, cabe la posibilidad de abandonar el escepticismo ante dos ejemplos: la transición, en curso, de cuestionar los falsos testigos y testimonios y el chequeo de las fuentes, por parte de los medios de información, antes de divulgar noticias.