Guillermo Franco Camacho | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Noviembre de 2014

Abel

 

Diversos asuntos, algunos curiosos e interesantes, se quedaron sin mencionar de la lectura de Perestroika. Una revolución en marcha (Grijalbo, Caracas, 1990) de Abel Aganbegyan; se indicarán sin guardar un orden lógico o formalidad. Los economistas soviéticos tope se inclinaban por la aplicación de las matemáticas y se destacaron en ejercicios de optimización, programación lineal (Leonid Kantorovich fue el precursor), ciclos largos (se destacó Kondratiev) hasta contar con un Premio Nobel en la disciplina, Leontief y Galbraith fueron admitidos en el medio académico soviético y Samuelson con Keynes traducidos al ruso; entre los adversarios de los economistas soviéticos estuvo Stalin quien condenó  varios a trabajos forzados en Siberia como consecuencia del culto a su personalidad: quería aparecer como autor de novedades económicas y ser el vocero en cuestiones sociales. Hubo cierre de institutos de investigación, las estadísticas solían adulterarse y los aportes de los economistas se consideraban “socialismo mercantil”.

La perestroika no surgió por generación espontánea y abrupta: los precursores fueron Kruschev y Kosyguin; el primero se concentró en cambios agrícolas y el segundo, aparte de enfocarse en dicha área, amplió la tarea hacia la construcción, transporte e industria pero los logros de ambos fueron neutralizados. Los arreglos previos a la perestroika siguieron un patrón cíclico: insatisfacción, reformas, anulación, insatisfacción, reformas, etc.; debe  reconocerse que varias fueron exitosas por períodos breves. Se anota una coincidencia en Colombia y la URSS: las amistades son convenientes para el progreso personal. La URSS y otros países socialistas propusieron la creación de un fondo de ayuda a las naciones subdesarrolladas (uno de los problemas graves del planeta) financiado con los recursos ahorrados de los programas de desarme; la cooperación con dichas naciones se contemplaba en la perestroika. Nunca se pensó que la URSS desaparecería y que China desplazaría al Japón como segunda potencia económica mundial. Aganbegyan no simpatiza con las organizaciones descomunales, prefiere las pequeñas y medianas empresas, le desagrada la tesis de ser conveniente el desempleo moderado para mantener el entusiasmo de los trabajadores y le complacería la colaboración de estadounidenses y japoneses.

La perestroika se manejó en dos etapas; la primera, 1985-87, se dedicó a programación y la segunda, 1988-90, a ejecución en coincidencia con el XII Plan Quinquenal y sus logros fueron insatisfactorios para Aganbegyan; había contrabando y economía “oculta” (“subterránea” en Colombia).