GLORIA ARIAS NIETO | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Agosto de 2012

Cobardías y ‘otros demonios’

 

No quiero ser parte en la bola de nieve, pero siento que la cultura de la amenaza se está tomando nuevamente nuestra cotidianidad.

Al principio del gobierno Santos, muchos sentimos una sensación de alivio, de la que no me arrepiento. Habernos quitado de encima el yugo de Uribe y de sus odios monotemáticos, nos permitió oxigenarnos la capacidad de reflexión, las miradas desde y hacia Colombia, y nuestra propia necesidad de incluir y ser incluidos, de respetar y ser respetados, de vivir y “ser vividos”.

Pero luego los gozosos empezaron a desvanecerse, no solo en la percepción de temas críticos como la seguridad, sino en indicadores concretos de desaceleración de la economía, la construcción, el café. Demasiados frentes -con honrosa excepción de nuestros maravillosos niños olímpicos- han experimentado depresión y retroceso.

Las Farc amenazan con matar a Santos, lo cual sería humana y políticamente catastrófico. Dios nos ampare. El correo de las Farc es un asco, desquiciado y temerario.

Santos responde diciendo que él sabe hacer la guerra, cosa que nos consta y a muchos nos asusta.

El Procurador amenaza con ser reelegido, y entre eso y tener a Escrivá de Balaguer representando a los ciudadanos ante el Estado, no hay mucha diferencia.

Creerles a los falsos testigos amenaza la honra de la gente, y la credibilidad en la justicia.

Los atentados terroristas en torres de energía, carreteras, estaciones de policía, caseríos y capitales, amenazan no solo la tranquilidad, la seguridad, y el indispensable resurgimiento del campo, sino -lo que a mi juicio es aún más grave- amenaza cualquier pretensión de búsqueda no armada, a la solución del conflicto. Si lo que la guerrilla pretende es llegar fortificada a unos presuntos diálogos (¿pasará como con las brujas, que no existen pero que las hay, las hay?) sospecho que en el sentido literal de la expresión, les va a salir el tiro por la culata: no creo que Santos permita que los brotes de violencia guerrillera se conviertan nuevamente en una epidemia eruptiva regada por todo el país. La recurrente estupidez de las Farc amenaza al mismo pueblo que dice defender, amenaza la infraestructura física y mental de los colombianos, y los ingentes esfuerzos de muchos, por liberarnos de las épocas de bárbaras naciones.

Amenazares un verbo detestable, que se está poniendo de moda. Y eso ya, per se, me da miedo, porque lleva implícitos varios conceptos peligrosos: la supremacía no del mejor sino del más fuerte; intimidación; incapacidad intelectual y emocional para resolver civilizadamente los conflictos. En fin. Desborones, cautiverios y otros demonios... Amenazar es quizá la forma más cobarde y menos lúcida, de decir “aquí estoy”.

Hasta los muchachitos protagonistas de nuestra tele, se amenazan frente a miles de espectadores, como si eso fuera una actividad digna de ser filmada, pautada, y reproducida al interior de los hogares.

La amenaza se extiende como una telaraña, abierta o en subterfugio, y bajo su nube crece un hongo venenoso llamado resignación: esa nata que -si nos descuidamos- nos lleva a practicar la complicidad del encubridor y del sumiso. Y esa es también, una despreciable expresión de cobardía.

ariasgloria@hotmail.com