“Admiración a tres generaciones de mujeres”
PUERTO LIBERTAD
Retar el alma
A veces descubrimos a alguien en los momentos más tristes de su vida; cuando su corazón se ha fracturado en pedazos aparentemente insalvables, y un abrazo en silencio nos marca para siempre.
Así -en un abrazo en silencio-encontré hace 25 años a una de las mujeres más sublimes que he tenido la bendición de conocer. Su hija había sido secuestrada hacía poco por el cartel de Medellín, y pese a todos los esfuerzos y clamores, su regreso parecía cada vez más difícil. Las montañas y la maldad del narcotráfico la tenían prisionera, lejos de todo, menos de Dios y de ella misma.
La hija secuestrada se llamaba Diana; y la mamá del abrazo en silencio, Nidia.
Diana tenía dos hijos: un chiquitín de tres años, con la mirada azul y desconcertada; y una niña de 17. En las fotografías ella aparecía como una muñeca adolescente, preciosa,entrañablemente triste.
Nada de eso importó a los extraditables, y unos meses despuésDiana murió en medio del fuego cruzado entre la fuerza pública de Colombia y la fuerza privada de los secuestradores.
Desde ese día Nidia viste de negro. Pero es tal la bondad que irradia, que no proyecta la imagen de una mujer de luto, sino el brillo de un ser iluminado. Un ángel de carne y hueso, dedicado a hacer el bien; a tenderles la mano a los más vulnerados, y conseguir lo necesario para que -en nombre de la hija que vive en el Cielo- miles de muchachos en condición de pobreza, asistan al colegio y a la universidad. No he conocido una tejedora de solidaridad más valiente y consagrada que ella.
Esta semana, María Carolina (la niña de antes, la muñeca adolescente) armada de valor y misericordia, y protegida por su alma y por una medallita de la Virgen, decidió encontrarse con el jefe de sicarios del cartel que 25 años atrás, había secuestrado a su mamá.
Sacó su preguntario acumulado en un cuarto de siglo, y oyó lo inevitable.
En lasecuenciadel encuentro, a un lado de la mesa se ve profunda tristeza, generosidad y perdón; al otro, un hombre medularmente perverso reconoce sus culpas y se declara arrepentido.
Todo lo que sucedió ese día; ese pedir perdón y concederlo; esa mirada interior a la propia historia -por dolorosa que sea- le estádiciendo a Colombia que es posible y necesario vincularnos con la serenidad y con la esperanza de un proceso de reconciliación.
No hay cátedra; no hay acuerdos ni firmas que puedan enseñar tanto sobre el perdón, como ese encuentro de hace cuatro días.
A mí, el perdón per se, meconmueve… como el Mediterráneo, los unicornios o los abrazos delos niños. Me conmueve por profundo, por fantástico y transparente. Y me desafía, por difícil.
Perdonar exige retar el alma y sobrevivir al claroscuro; y al final sabremos si seguimos anclados al pasado, o si fuimos capaces de remediar la costumbre del rencor, levar anclas y navegar.
Gratitud y admiración a estas tres generaciones de mujeres, ejemplar fusión de generosidad y trabajo, ternura y valor.