Palabras con alma
Lina María Pérez -una escritora colombiana que parece un personaje menudo, mágico y alerta de alguna de sus obras- recibió una noticia importante: el director y productor de cine español Antonio Donaire, se inspiró en uno de sus cuentos para hacer el cortometraje “Sonata”, y ahora la película está seleccionada en el Short Film Corner, Cannes 2014. Un orgullo inversamente proporcional a la sabia sencillez de la autora.
Que a un escritor le lleven sus cuentos al cine, y su nombre aparezca en Cannes, son logros significativos. En un país con espíritu civilizado, eso debería ser crónica de primera página. Pero aquí resulta más morbo-lucrativo ventilar insultos, traiciones y desfalcos.
Gracias, Lina María, por liberarnos de la realidad, del desconsuelo y la costumbre; gracias por hacernos pensar en algo diferente a las contradicciones de la política, y la secuencia de trampas que nos fracturan la confianza. Las tuyas son palabras con alma, y eso vale mucho. Vale todo.
Es clarísimo que la literatura salva; como salvan el arte y la capacidad de crear y pensar distinto; la arcilla y las metáforas; las guitarras, y los pactos con la imaginación.
Un país sin literatura estaría condenado a vivir entre cuatro tristes paredes: pragmatismo, cemento, conformismo y miopía.
Cada vez que nace un escritor, nace una opción de no rendirnos. ¡Y eso es grandioso! Porque si de verdad valoramos la vida es urgente defendernos de la rutina, y no tragarnos el cuento de la invencibilidad de lo imposible; urgente cambiar encierros por acantilados; empezar a creer que los algodones de los hospitales son nubes que bajaron del cielo; y no cansarnos al subir escaleras, porque -viéndolo bien- somos dibujos de un Escher infinito, y a los dibujos no les da taquicardia sino emoción.
Lo interesante de un país como el nuestro es que uno -como ciudadano bombardeado por el ‘Sainete en No Mayor’ del alcalde inepto, y atrapado en medio de una contienda electoral bastante hueca, para el poco tiempo que falta- todavía tiene la posibilidad de aferrarse a las opciones que están ahí, al otro o al mismo lado de la calle, para no enajenarse por frustración o escepticismo.
Mientras haya páginas por leer y por escribir; mientras haya pinceles de acuarelas, y se construyan caballetes y tornos, y teclados que plasmen más imaginación que tablas de Excel; mientras la resignación no sea una consigna, ni la realidad un límite, habrá esperanza. Esperanza de sentir la vida y no morir en el intento. Esperanza de encontrarse con Chagall en la esquina de un violín, y con Aureliano Buendía, en el calor de un aguacero de sueños despiertos.
El arte devuelve la esperanza, como un bosque de millones de árboles que producen oxígeno, contra los exostos y la asfixia.
Posdata. En una semana, a Petro le impugnaron la decisión de restituirlo, lo multaron por Aseo Capital y le embargaron sus cuentas por los subsidios a Transmilenio. ¿Algún día Bogotá volverá a tener un alcalde que sepa más de administrar ciudades, que de comprar Colbón para engomarse a un trono inmerecido y defraudado?