PUERTO LIBERTAD
El manejo de la complejidad
La revocatoria al mandato de Petro llena de ilusión a muchos y de resentimiento a otros; creo que antes de exaltar los ánimos, es sano “no mezclar lo comido con lo servido”; y que nosotros -como ciudadanos electores, actores, observadores y fiscalizadores- tengamos claridad sobre qué, puntualmente, nos mortifica hasta el delirio, respecto a Don Gustavo y su gestión, o mejor dicho, su anti-gestión.
La alcaldía de Petro nos ha parecido a muchos, atroz, desgastante e inútil. Ha contribuido de manera significativa al deterioro de Bogotá, en temas tan sensibles como la seguridad y la movilidad, la credibilidad y la estética, la higiene y la infraestructura. Y algo aún más triste: él y su errático e inestable combo, han ido acabando con lo que se había ganado en cultura ciudadana, tolerancia y convivencia. Petro parece el símbolo político de la discordia; tiene la nefasta habilidad de incitar a la bronca y al rencor, y pareciera que sufre de una especial miopía, que lo lleva a reducirlo todo a un tema de lucha de clases.
Al alcalde le pasó lo que le sucedió en estos días a cierta aerolínea internacional panameña: colapsó, y no supo qué hacer frente al colapso. Ambos parecen haber perdido las riendas -o no saben qué hacer con ellas-; aun cuando fueron elegidos por la gente, no la tratan con aprecio ni le dicen la verdad; a ambos los han ahogado las basuras generadas por su misma incapacidad, y a los dos les quedó grande la responsabilidad que el público les confió.
Todos hemos cometido errores; pero cómo se comportan las personas y las instituciones frente a una crisis, es lo que marca la diferencia entre un digno inteligente que se equivoca, pone la cara y corrige el rumbo; y un fantoche que se revienta, miente y se enreda en los anzuelos de su propia ineptitud.
Para que sea justa, la crítica debe ser objetiva. Petro es un pésimo alcalde, pero no por su pasado guerrillero; lo es, porque no sabe gerenciar una ciudad, ni tiene la nobleza y el valor de reconocer sus limitaciones. Revoquémoslo por eso; no porque haya estado en la insurgencia armada. Noes necesario revivir su pasado: su presente es suficiente para comprender que Bogotá merece algo mejor.
Y que la IATA o quien sea sancione severamente a la aerolínea; no porque se le haya dañado el servidor, sino porque ultrajó a la gente durante noches de incumplimiento y espera, entre la mugre de un Tocumen desvertebrado. Yo no volveré a pagarle un peso a Copa; no porque sus computadores y redes hayan fallado, sino porque ante ello fueron -como el alcalde- mediocres, fatuos y ambiguos, y no me da confianza su manejo de la complejidad.
Foco en la censura. Foco en lo que es preciso corregir en otros y en nosotros. Y pensemos un poquito más por quién votamos, y con quién volamos... en lo político, y en lo literal.