PRISMA
Triste ver morir policías
Doloroso por decir lo menos para los hombres de la fuerza pública activos o en retiro, y podría decir sin temor a equivocarme para todos los colombianos de bien, ver cómo matan a nuestros compañeros sin el mínimo asomo de moderación o reflexión, no es de valientes y mucho menos de hombres en armas, actuar con sevicia a mansalva y sobre seguro en contra de una persona que desarrolla actividades sociales.
Nos duele muchísimo la muerte de nuestros policías, es la frase que venimos repitiendo de tiempo atrás, pues no logramos, ni lograremos entender este comportamiento de las Farc, atentando contra la vida de servidores públicos que ponen su trabajo a favor de la comunidad. El ataque al coronel Alfredo Ruiz Clavijo, comandante del Distrito de Policía Ipiales, y su grupo de seguridad, es el más vil y miserable de los asaltos perpetrados en los últimos tiempos, especialmente por sus características, pues utilizaron la clásica emboscada pero con un aditamento, la carga explosiva al paso del vehículo, para luego efectuar descargas de fusil y terminar con tiros de gracia, a sus víctimas ¡qué horror! No tuvieron el coraje de enfrentar al comandante y su seguridad, evitaron el mínimo riesgo y huyeron como lo que son, criminales redomados.
No soy el depositario de la verdad, pero estoy convencido de que el país tiene claro el fondo de todo este episodio y deduce que obedece a una estrategia de las Farc, para presionar en la mesa de negociaciones un cese el fuego bilateral, que les permita actuar con libertad y delinquir a sus anchas sin el estorbo que representa la fuerza pública; su insistencia no tiene límites, recordemos cuando comunicaron la decisión de hacer un cese unilateral del fuego, buscando respuesta pronta y positiva del Gobierno, pero les sorprendió la malicia de la Presidencia y los negociadores, al no responder con la holgura añorada por ellos, y ante la renuencia del Gobierno, quieren demostrar capacidad de lucha recurriendo al terrorismo, la emboscada o la encerrona, tarea fácil, poco riesgosa y muy convincente a ojos del país, pero ellos saben a ciencia cierta que no pueden hoy enfrentar las fuerza pública, por su capacidad y estimulación, motivo por el cual recurren a estrategias bajas y traicioneras.
Me parece pertinente recomendar a los colombianos simpatizantes de un cese bilateral del fuego como salida al angustioso momento, que adelanten un análisis detallado de la medida y sobre todo de los mecanismos para controlar el cumplimiento del acuerdo por las partes; tarea difícil, especialmente para la fuerza pública que tiene el mandato constitucional de defender la soberanía nacional y la vida, honra y bienes de los residentes en Colombia, “complicado muro del camino a la paz”.