PRISMA
Lloremos nuestros héroes
COMO siempre y sin cambiar el libreto, la policía pone los muertos, el drama se repite con las pruebas a flor de piel. El Clan Úsuga, conocido grupo delincuencial, decide hacer de las suyas en el país y sus víctimas preferidas son los miembros de la policía. No haremos un relato de los hechos por ser de público conocimiento, bástenos decir, como en otras oportunidades, enterramos nuestros muertos pero nunca nuestro el dolor. ¿Por qué atentar contra los agentes del orden? Explicación simple, por estar obligatoriamente expuestos a sus ataques y ser un blanco fácil debido a su misión social, encaminada a crear cultura ciudadana, gestión eminentemente patriótica a más de benéfica, sustentada en una filosofía de servicio direccionada a controlar y mediar en las relaciones entre comunidades. De esta manera, los percibimos inmersos en estas labores y desprovistos de ánimos guerreristas, luchando en el mejor sentido de la palabra, por la paz en todo el ámbito nacional.
Pero las mentes calenturientas de estos antisociales deciden acorralar las poblaciones con determinaciones tanto arbitrarias como violentas, y para lograrlo deciden emprenderla contra los miembros de la fuerza pública, en especial los hombres de la policía, pues como lo digo en un principio son blanco fácil; claro que estos antisociales evidencian con sus acciones criminales la cobardía que los acompaña a cada paso. No hay mucha diferencia con las organizaciones narcotraficantes de ingrata recordación y a las que tan bien la policía debió hacer frente aportando una cuota altísima de sacrifico en vidas, luto y lagrimas, epopeya que con el paso de los años se está olvidando cuando vemos a los grandes delincuentes de la época convertidos en personajes de novela o galanes del cine, mientras los policía siguen en su lucha, convirtiéndose en defensores de los derechos ciudadanos, pero anónimos y olvidados. ¡Qué horror!.
La historia se repite, solo que en esta oportunidad se trata de una organización armada imbuida de falsa grandeza y máximo valor, que asesina policías en plan pistola, modalidad practicable sin mayores riesgos para su integridad y con una ventaja incalculable sobre la víctima .¿Cobardes, verdad?
Sabemos que la institución es consciente de sus responsabilidades y las unidades están al corriente de la amenaza, pero no por ello bajarán la guardia o faltarán a sus compromisos con la patria y los colombianos. La historia de la policía nacional de Colombia está salpicada de momentos difíciles, donde la muerte ha tocado las puertas de sus unidades con inusitada frecuencia, y la sociedad sabe que -nunca, nunca-, pese a las angustias ha claudicado en su filosofía y doctrina. Solo se necesita gratitud del Gobierno, un poco de respaldo y reconocimiento social para ver a nuestra policía que aunque llorando sus hombres mantiene la frente en alto y siguiendo la senda.