General (r.) Luis Ernesto Gilibert V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 30 de Marzo de 2016

PRISMA

Nueva dosis mínima

 

TENEMOS de nuevo el debate sobre la dosis personal mínima, ese concepto que tanta discusión ha traído a lo largo de los años y que, por fortuna, permite que  diferentes puntos de vista se puedan exponer sin exacerbar los ánimos. Vaya sorpresa para las autoridades policivas la nueva concepción de la honorable  Corte Suprema sobre el asunto. Seguramente no faltarán voces que se pronuncien de acuerdo con la medida, por encontrarla encuadrada y acorde con  conceptos  de consideración y respeto por el drogadicto al tratase de un enfermo,  posición respetable, profesional y socialmente aceptada, pero la primera pregunta que desde la orilla del control nos podemos hacer es, ¿A quién se está protegiendo?  Pareciera que la medida busca proteger al enfermo (drogadicto). Sin embargo, haciendo una ligera reflexión veremos que el único beneficiado con la norma es el jíbaro o el expendedor, pues los controles establecidos por las autoridades para vigilar este comercio obligatoriamente deben cambiar, complicándose con  ello las actuaciones policivas de cara a este tráfico de drogas, tan difícil de controlar y tan nocivo para nuestro país.

 

La dosis mínima personal, hasta donde entendemos, busca precaver reconociendo a los adictos como enfermos, que se deben respetar y tratar como tales, considerando su estado y brindándoles las oportunidades de rehabilitarse, de acuerdo a las recomendaciones terapéuticas fijadas por los médicos tratantes, quienes les puedan precisar una dosis de acuerdo a su estado, la que deberá bajar con el procedimiento en la medida de los avances observados durante el tratamiento. Sin embargo este procedimiento amerita un control permanente, en lugares especializados y no en la vida pública, donde  puede invocar dosis a su amaño, que lejos de rehabilitarlo degradaran más su patología. Frente a las responsabilidades policiales, cuando se despenalizó la dosis personal,  fijaron unas cantidades generalizada que permitían los controles y evitando que comercializadores o jíbaros cubrieran la demanda de sus clientes portando  grandes cantidades de droga, como dosis personal. Sabemos que las disposiciones de la Corte se deben acatar y seguramente las autoridades encontraran alternativas que permitan seguir en la lucha contra el microtráfico, pero la misión se presentara más difícil y las burlas a los controles estarán a la orden del día.

 

En conclusión, los más beneficiados con la norma (pregunta que nos formulábamos en un comienzo) son los narcotraficantes, esos que ante la imposibilidad de exportar su droga terminaron envenenado nuestra sociedad y especialmente a nuestra juventud,  comercializando el producto del delito en  colegios y lugares de espaciamiento. Falta mucho por hacer en cuanto al comercio doméstico de drogas y de no controlarlo y atacarlo con la decisión y respaldo de todas las  fuerzas vivas del país, podemos terminar con un problema tan inmenso como el vivido con los grandes carteles de la droga, en años de ingrata recordación.