GENERAL (R.) LUIS ERNESTO GILIBERT V. | El Nuevo Siglo
Miércoles, 13 de Agosto de 2014

El problema con los taxistas

 

Definitivamente no pueden las administraciones seguir permitiendo ciertos comportamientos causados por conductores del servicio público, especialmente de los taxistas en las principales ciudades; es insoportable el procedimiento y la falta de consideración con los usuarios del servicio, quienes deben soportar una serie de vejámenes sin miramiento alguno.

Todo ciudadano tiene una historia que contar, donde figura como víctima del conductor en vehículo abordado con fines de transporte. Veamos algunos casos de público conocimiento, como son las reservas para elegir hacia qué lugares prestan el servicio, la escogencia del pasajero por número, maletas o mala presentación, la negativa a contar con dinero suficiente en efectivo, para dar vueltas al pago de la carrera, la independencia de desplazarse a exceso de velocidad sin importar conceptos ni insinuaciones del pasajero, el desconocimiento de semáforos y señales de tránsito poniendo en riesgo la integridad de los usuarios, la estrategia de escoger la ruta más larga haciendo caso omiso de cualquier indicación del cliente, pretextando trancones o atajos expeditos, ni qué decir del estado de mantenimiento y aseo del vehículo, incluyendo el volumen del radio sin el mínimo miramiento por el entorno.

Ahora hablemos del conductor en sí, persona que debe exhibir buenas maneras en su trabajo, pues hoy por hoy dejan  mucho que desear, y el trato recibido por los usuarios no es el mejor, al hacer  de los clientes, blancos de ese mal carácter propio de los “profesionales” del volante, dedicados a verter en los ciudadanos todas sus carencias personales y las penurias causadas por el caótico tránsito de las capitales, situación que termina en intolerancias e irrespetos por las personas, sin importar edades, sexo, ni condición, ¡injusto a no dudar¡ Observamos señoras mayores de edad obligadas a dejar el vehículo, ante la negación del conductor a llevarlas hasta  su destino como inicialmente se había pactado; en fin, son muchas las quejas y clamores despertados por el tema.

¿Por qué de esta situación? Arriesguemos unos diagnósticos: los conductores de estos vehículos no reciben ninguna clase de capacitación en ese servicio, solo contar con el pase de conducción, es suficiente para desempeñar la actividad, las agremiaciones no fijan  protocolos o requisitos mínimos, como antecedentes personales, que habilitan los aspirantes  a desempeñar esta labor, no se cuenta con medios para auditar el nivel de servicio, o compromiso del operario frente  al usuario; existe total ausencia de canales y medios de comunicación para presentar quejas o querellas por falencias del servicio, adolecemos de facultades que permitan sancionar un proceder ajeno a los buenos modales y la decencia, no se cuenta con lugares de despacho donde se fiscalice el estado de aseo y mecánico del vehículo. Conclusión solo la policía tiene la obligación de controlar estos operarios sin Dios ni ley.