El santo cazador
Alejandro Ordóñez es como esos niños rellenos que juegan muy mal al fútbol, pero que por ser los dueños del único balón existente en todo el barrio imponen las condiciones y sacan del partido a quien se le ocurra protestar. Ese el corte de Monseñor Procurador, un hombre que ha analizado hasta sus honduras mayores los linderos del poder que una recua de parlamentarios atemorizados por su sombra le ha conferido dos veces. Por ello ha afinado la mirilla de su rifle justiciero y con cantimplora al cinto ha salido a cazar infieles en el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo.
No me malinterpreten, no vengo a defender a Gustavo Petro, cuya incompetencia desbordada y su obsesiva soberbia le han arrastrado hasta el vórtice legal sin salida en el que se encuentra. Su destitución es merecida porque en medio de la bravuconería que le caracteriza y su trinar rabioso en el que siempre alega ser el enviado de la paz o el eslabón perdido entre la reconciliación y la aniquilación total, no ha tenido tiempo para reconocer que sus actos del año pasado violaron la ley, cosa que tiene la misma gravedad así el sujeto activo sea de izquierda, de derecha o del tomate.
El problema real radica en la inhabilidad, que no escandaliza tanto porque la suya sea de 15 años sino porque la de Samuel Moreno fue drásticamente menor, y en el abusivo proceso inquisitivo. Demasiadas facultades exorbitantes para ser ejecutadas por los designios de una sola firma y, peor aún, si ésta sale del anillo de pescador de un ser tan radical como nuestro beato favorito.
El híbrido todopoderoso que el propio Petro ayudó a forjar con aquel voto en el que traicionó sus ideales dejando suelto sin bozal a Ordóñez, hoy ha escapado de la jurisdicción de todos los entes de control. Y la situación es tan delicada que hasta el Presidente de la República ya ha tomado partido haciéndose el de la vista gorda, una decisión predecible que no debería sorprender a nadie ya que en tiempos electorales no va a salir a apostar su convaleciente popularidad, que últimamente ha vuelto a tener signos vitales, por las cenizas de un alcalde por el que no tiene ningún afecto y que no se diferencia en nada a los otros cientos que han pasado por la sacra guillotina.
Pastor López hará que los indignados de Petro se diluyan como la niebla y todo seguirá igual que antes con nuestro mesiánico francotirador suelto y apuntando. ¿Quién le teme al santo cazador? En este país, por lo visto todos los políticos.
Obiter dictum.Aplaudo la decisión de la Corte Constitucional que en la reciente sentencia C-833/13 acogió las pretensiones que le propusimos junto con un colega para declarar inexequible una venenosa amnistía introducida en la última reforma tributaria.
@FuadChacon