Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Diciembre de 2015

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

Una ciudad de alcabalas

“Tasas y tributos para combatir uso del automóvil”

 

 

EL  alcalde Petro  está por terminar su  controvertida gestión. Era de esperarse  todo lo ocurrido. No es fácil superar los conflictos  del poder advenedizo. Razón tiene el adagio popular: “No hay peor amo que el antiguo esclavo”. El afán de superar los resentimientos inconscientes conduce al atropello. Finalmente el ser humano es actor de sus motivaciones y frustraciones ocultas, son las que lo gobiernan y traicionan, sin que sean estos estímulos dominados por la voluntad.

 

Seguramente sus intenciones conscientes tendían a reivindicar a las clases oprimidas y a fe que lo intentó; lamentablemente los efectos carambola, políticamente, son impredecibles e incontrolables y si desestabilizadores. Sus contrarios estimularon su reacción narcisista y provocaron el conflicto político que terminó desacreditándolo, amén que casó litigios personales inconvenientes para la ciudad y su futuro.

 

Haciéndole coro a los que sufren porque el pueblo acceda a mediocres comodidades que alteran su personalidad, tal y como ocurre con el automóvil particular que para combatir esa vanidad se apeló a los tributos, las tasas y los comparendos. Una política similar a la de los arribistas chapetones que vinieron a estas tierras a someter a los nativos. Esos invasores, sin alcurnia ni merito, fueron mirados por los criollos como gente de gran lustre y esto bastó para que se consideraran superiores, se negaran a trabajar por ser esta actividad propia de los plebeyos y sostenerse a punta de impuestos como la alcabala, la media –anata, el diezmo y otros infames pechos y exacciones injustas.

 

Semejante proceder dio pie a esta acuñada sentencia del Virrey Guirior: “La razón  y justicia dictan que no es útil sino nocivo al erario cuando crece con daño y empobrecimiento del vasallo”. Este fue el prólogo a la revolución comunera.

 

Combatir el automóvil particular es capitalizar el transporte público y, además, entregarle las vías  a quienes pueden pagar los peajes que como tasas idea el burgomaestre y así descongestionar  el tráfico. Es un impuesto disimulado que debe sumarse a la sobretasa de la gasolina, el parqueo y el impuesto de rodamiento, amén del seguro obligatorio  y la revisión técnico mecánica.

 

Y con respecto a la sanción,   para quien no practique la revisión técnico mecánica, la medida no puede ser más arbitraria y delictiva. Se supone que la revisión tiene como fin habilitar el tránsito del vehículo, luego,  si el mismo no está circulando por las vías, bien porque el dueño este fuera del país, incapacitado físicamente, o el automotor varado, no tiene sentido  sancionar esa omisión justificada.

 

Pero más curioso resulta aún saber que la medida  solo afectara a los dueños de carros matriculados en Bogotá, pues alcaldes de otras ciudades aún no han acudido a esa extorsión promovida por la Secretaria de Movilidad del Distrito. Pero no demoraran en copiarla los innovadoresalcabaleros. Definitivamente los ciudadanos deben organizarse para protestar, pues los concejales para nada sirven, a pesar de ser elegidos para defender los intereses del pueblo.