Fernando Navas Talero | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Noviembre de 2015

“El mensaje subliminal es determinante”

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

El poder y el miedo

“Y  ahora quién podrá salvarnos? Yo, el Chapulín Colorado”. Para obtener la obediencia hay dos opciones: se obedece por amor o  por miedo. Por supuesto que para generar el miedo es indispensable provocar la inseguridad, sembrar el terror. La idea del peligro de muerte suplica la protección del poderoso. No sucede lo mismo cuando se despliega el amor, porque el amor propio, autoestima o dignidad del ser humano estimula la igualdad entre todos y esta sensación de identidad  favorece el consenso, el diálogo, la tolerancia, la solidaridad y no la subordinación y el dominio criminal. 

Acerca del origen del Estado son variadas las teorías que se exponen, una de ellas es  la violencia como causa última -Franz Oppenheimer-. La guerra es la fuente del poder; es la dominación impuesta por el vencedor al vencido. Naturalmente que este razonamiento no solo lo confirma la historia, también se deduce por la simple observación de la naturaleza débil del ser humano. El miedo generado por la inseguridad, el terror, la amenaza de muerte es una emoción que no solamente se traduce en la modificación de  signos vitales por el aumento de la adrenalina, la alteración del ritmo cardíaco, etc., sino que también incide en la voluntad que se doblega para evitar el riesgo y lograr la satisfacción de la necesidad de paz, esa pulsión instintiva nata que gobierna al ser humano y es generadora de la ansiedad primaria. La satisfacción de mi tranquilidad interna y externa me invita a la sumisión incondicional.

La necesidad de  paz es impuesta por la guerra. El Estado, cualquiera que sea, presume  monopolizar  la fuerza “legitima”. Para gozar ese estado emocional  de tranquilidad se declinan muchos otros deseos, incluso el de la autonomía de la voluntad, el libre desarrollo de la personalidad. Todo lo impone el poder “protector” que   defiende del peligro creando una relación sociopsicológica entre el detentador del poder y los súbditos amedrentados.

Patrocinar la guerra y defenderla es una estrategia para alimentar el poder, pues la paz libera del miedo en la medida en que desaparecen las justificaciones violentas al control social y la  adulación al “defensor”. Para sembrar el miedo el mensaje subliminal es determinante y los medios de comunicación son la vía de conducción de ese germen de patología política que se convierte en pandemia universal.

La miseria, el hambre, el desabrigo, la incertidumbre, la ignorancia, la guerra y tantos otros sufrimientos humanos tenebrosos conducen a buscar el refugio en el poderoso y este se solaza con esa servidumbre que alimenta sus insaciables aberraciones de poder. Toda la razón le asiste a lord Acton en su famoso pensamiento. “El poder tiende a corromper y el poder absoluto a corromper absolutamente todo”. Para infundir miedo el detentador se vale de la coacción, física o sicológica; el terrorismo es una de las más eficaces, trátese del subversivo o el estatal y ahí se soporta el “Derecho”.