Viva la vivienda
Aparte del debate por la paz, en el marco de la campaña de los aspirantes a la Presidencia, el cuestionamiento a los programas oficiales referidos a la promoción del derecho a la vivienda ha sido uno de los que con mayor énfasis se le ha hecho al Gobierno, argumentándose que ha sido esta una estrategia demagógica dirigida a comprar el voto de los ciudadanos y, con dineros oficiales. La argumentación es infantil, da la impresión de que se pretendiera que el programa de vivienda debería haberse adelantado ¡con los dineros del candidato-Presidente!
Varias precisiones hay que hacer al respecto de este programa de gobierno. En primer lugar, que está en mora hace décadas; segundo, tomar en consideración que el derecho a la vivienda debería incorporarse a la Carta Política no como una promesa dentro de los derechos que el Estado se obliga a promover, sino estimarse como un derecho natural, igual que la vida y la libertad de locomoción y que el Estado se obliga a reconocer y garantizar para impulsar la transformación política, social y económica de la Nación.
El novedoso Estado Social de Derecho decretado en la reforma del año 91 no puede ser un homenaje a la bandera; como propuesta de paz, tal y como se concibió la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente, esta fórmula debe realizarse. Según el artículo 51 el Estado “promoverá planes de vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y formas asociativas de ejecución de estos programas de vivienda”. Esto no puede ser un acto de generosidad sino una obligación ineludible. Hacia allá apunta el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos, acogido por otras naciones.
El símbolo del cristianismo representado en el Pesebre es una alegoría, una denuncia, para reclamar el derecho a la vivienda digna como un derecho natural que debe ser reconocido, garantizado y promovido por la autoridad política. La cueva o la caverna fueron el primer refugio que buscó el hombre para protegerse de la intemperie y de las fieras, defensa que vincula la vivienda como una condición indispensable para la vida, de ahí su derivación: vivienda.
El constituyente del 91, alegremente, resolvió transformar el Estado de Derecho en Estado Social de Derecho y pensó que esto era jugando y le ocurrió lo del Aprendiz de Brujo o, en palabras más sencillas, “se le creció el enano” y ya no puede voltear la página, tiene que cumplir y si no lo hace puede pactar todos los acuerdos que quiera en La Habana, la paz no llegará nunca en tanto no se cumpla con el deber de brindarle al hombre una vida digna. La Carta reformadora se redactó a partir de un principio universal, el reconocimiento a la dignidad de la persona. Eso es lo que ha hecho el gobierno de Juan Manuel Santos, practicar la Constitución de 1991 y es lo que tendrá que hacer el que le suceda.