FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 21 de Mayo de 2014

BITÁCORA DE LA COTIDIANIDAD

El derecho a la paz

 

EL  constituyente del 91 consagró la Paz como un derecho y una obligación; definición tautológica,  pues lo que es derecho, necesariamente, implica un deber,  si se tiene en cuenta que por derecho se entiende un poder de voluntad para reclamar, exigir, demandar, la realidad de un interés jurídicamente protegido. En palabras más sencillas, el derecho no es una obra de caridad, es lo que nos pertenece sin condiciones. 

Y el asunto viene a cuento, ahora que el debate en la contienda por la Presidencia se ha centrado en torno del tema de la paz. Estamos en guerra desde cuanto los criollos y los chapetones se enfrentaron en la disputa por el poder, cada uno reclamando la vigencia de sus privilegios. Ha habido treguas, unas cortas y otras menos, pero la guerra no ha cesado y no,  porque el engaño al gobernado ha sido reiterado, institucional. El primer acuerdo de paz que se registra en la historia fue la traición al movimiento comunero.

Los candidatos, al margen de sus ofertas de “vendespecificos”, prometen una alternativa por la paz como si se tratara de un acto de liberalidad, una gracia, un regalo. ¡Qué error! La paz es su deber.

No se necesita ser experto en  ciencias políticas para advertir que en la contienda se aplican, por unos y otros, los consejos de Maquiavelo en su estrategia para alcanzar el poder: “Hay que ser  zorro  para conocer las trampas del león y espantar a los lobos”. Inconscientemente se dejan traicionar por sus inconfesables intenciones y, asumiendo un disfraz de combatientes por la institucionalidad, revelan su corrupta  condición con Z. Apelar a la intimidación, a la amenaza, infundir miedo y necesidad de protección es una estrategia de Zorro para  organizar el rechazo a la paz y el apoyo a la guerra. No,  decretar la paz es una obligación.

 Qué distancia astronómica  separa el discurso pacificador del alegato guerrero,  promulgado por la seguridad democrática, construido  en  apología a la muerte y a la promoción de la venganza. No obstante sus pregoneros, declarándose católicos y practicantes, no olvidan las enseñazas del maestro: “el príncipe debe ser una apariencia y no una evidencia”.

Por qué no imitar a King en su oración: “En tercer lugar, debemos evitar abatir y humillar al enemigo y, en cambio, intentar ganar su amistad y comprensión. Llega un momento en que podemos humillar a nuestro peor enemigo. Inevitablemente existen momentos de debilidad, y entonces podríamos hacer penetrar en su costado la lanza de la derrota. Pero esto es precisamente lo que no debe hacerse. Cada palabra y cada acción deben contribuir a la comprensión del enemigo y a abrir las grandes reservas de buena voluntad que han quedado bloqueadas por las murallas impenetrables del odio”.

Para torpedear el proceso de paz se insiste en la necesidad del castigo -venganza- a la subversión. ¡El que se sienta libre de culpa que tire la primera piedra!