FERNANDO NAVAS TALERO | El Nuevo Siglo
Miércoles, 2 de Octubre de 2013

A propósito de un editorial

 

Improvisadas  medidas de policía se anuncian para resolver un problema ancestral en la cultura colombiana: la proclividad por la violencia. Para entender la causa de esa condición humana que caracteriza el temperamento de este pueblo hay que remontarse a los comienzos de la nacionalidad. Y ese inicio no se divisa, como quieren algunos desmemoriados historiadores, a partir de la independencia y ni siquiera de la colonia. Lo ancestral está en la genética de los pobladores de estas tierras y el genocidio que cometió el conquistador.

A consecuencia de una  intervención policiva en un establecimiento público, que dio lugar a la muerte de seis clientes del bailadero y, de otra parte, el homicidio de un padre de familia que salió en auxilio de su hijo que era atropellado por unos fanáticos del fútbol, las administraciones del ramo, para corregir, proponen: que los establecimientos de diversión funciones hasta las seis de la mañana y, para sancionar a los desenfrenados exaltados del fútbol, cancelar el  campeonato nacional.

Sin discutir la bondad de las propuestas y su eventual resultado, lo que se quiere destacar es que las medidas son fruto del acaloramiento de los funcionarios responsables de promover una cultura de convivencia,  a través de la cual se pueda encauzar el comportamiento de las gentes bajo el principio del respeto por el otro.

El respeto por el otro no se consigue con acciones de fuerza, ni mucho menos con procedimientos penales, es una tarea que debe empezar en la escuela y, además, respaldada con el buen ejemplo dado por el Tótem. Hay que distinguir entre educar e intimidar. Dominar al otro valiéndose del miedo es anularle su capacidad de reflexión y decisión voluntaria, de manera que una vez se supera esa coacción se pierde el sentido del respeto.

Claro que la violencia generalizada no es un asunto propio de los colombianos, en todas partes se cuecen habas. La diferencia radica en que en otras latitudes el problema no se estudia coyunturalmente ni tampoco las soluciones se improvisan de la noche a la mañana. Hay que invertir en el estudio de esta problemática y proponer soluciones a corto, mediano y largo plazos, admitiendo que la fiebre no está en las sabanas y que la enfermedad es crónica y endémica.

Mientras se siga creyendo que para acabar con la violencia en los estadios hay que terminar con el espectáculo o para evitar que la policía intervenga en los lugares públicos deben eliminarse los horarios, el país nunca saldrá de su atávico comportamiento violento. El mal hay que atacarlo de raíz, con educación y para hacerlo,  lo primero que hay que mirar con cuidado es la enseñanza que imparte la televisión, la madre moderna, empezando por los noticieros, todos, que en su facilismo abrevan únicamente en las noticias de policía, que es una fuente inagotable de violencia  que siempre aporta para llenar espacios; mediocridad.