Examen preparatorio | El Nuevo Siglo
Miércoles, 10 de Abril de 2019

Para otorgar el título de abogado las universidades practican a los estudiantes una prueba para verificar que se hallan preparados y, ciertamente, ese examen no solamente arroja un veredicto sino que obliga al pretendiente a competir con propiedad a fin de salir avante, no exclusivamente en el ensayo sino en el curso de su carrera. El caso contrario, no solamente es un riesgo de fracaso, lo inhabilita para ejercer. Ley 1905 de 2018

Este ensayo no solamente se debe practicar en el evento comentado, la realidad que vive el país, con respecto a los funcionarios que el pueblo elige para que desempeñen cargos públicos de senadores, representantes, gobernadores, alcaldes, diputados y concejales, denuncia la ignorancia de un gran porcentaje de estos elegidos, escogidos no porque se tenga  conciencia pura y sana de sus conocimientos y calidades éticas y morales, sino gracias a su habilidosa campaña publicitaria y la adquisición simoniaca del sufragio y la recomendación de “líderes” que de este tráfico se valen para sostener su presente y futuro político corrupto, alimentando con las lentejas, regalías y mermelada que da al clientelismo.

Quienes aspiran a vincularse a la carrera administrativa debe concursar para alcanzar su opción, también lo hacen los pretendientes al poder judicial y el éxito depende de sus capacidades.

Por supuesto que una insinuación a este respecto sería que legalmente se estableciera el examen preparatorio para quienes se inscriban como candidatos, pero es una utopía suponer que esta ley se apruebe. Vulgarmente se predica que entre bomberos no se pisan las mangueras, entonces lo único posible es que los medios de comunicación, que tanto debaten en vísperas de campañas, sometieran a entrevistas reales y concretas a los candidatos, para que respondan  las preguntas que se les formulen, no para que hagan alarde de su egolatría, sino para que demuestren que tienen conocimientos y prácticas que los habilitan.

Pero que no sea, simplemente,  la reelección de los que tienen un tenebroso y grosero pasado, pero con el dinero de sus ocultos peculados consiguen seducir a los periodistas y a sus “tenientes”, para que divulguen su nombre en tiendas y campos de tejo. Igualmente que no se recurra a las patrañas familiares para que los hijos reemplacen a los padres o los nietos a los abuelos y en general se imponga la “casta” política.

El examen debe ser completo, no solamente en cuanto a la formación profesional, escasa por cierto, sino también para dilucidar las calidades y su perfil psíquico, pues la historia demuestra que la ambición del poder suele ser una aberración megalomaniaca, trastorno que habitualmente genera manifestaciones bipolares que limitan estrechamente con síndromes esquizofrénicos que se traducen, por ejemplo, en el odio a los vehículos automotores. Todo esto, probablemente, a consecuencia del medio en que se criaron, pues el hombre es producto de esa circunstancia: epigenética. Todos estos caracteres llevan al abuso del poder, una tendencia narcisista que suele acompañarse del acoso a las subalternas.