¿Para dónde vamos? Los jóvenes no se dan por vencidos y el gobierno tampoco, y el diálogo es un monólogo, mientras que cada día hay más criminalidad, más hambre y la improvisación es el orden del día, a pesar de la buena voluntad de todos. Por esto quiero incursionar en la razón radical de este doloroso cuadro: la educación. Modestia aparte, hace algunos años siendo yo rector de un colegio de Cartagena me llegó una visita del Ministerio de Educación Nacional (alguien me había denunciado por las novedades de mi propuesta pedagógica) -una educación personal, personalizada y personalizante- que se centraba en las capacidades, intereses y sueños, de cada alumno. Dos inspectoras nacionales hablaron con docentes, alumnos y padres de familia: y dejaron una constancia, inimaginable: su colegio es modelo para Colombia, ojalá lo imiten.
Este es el camino a la paz verdadera, porque una educación que no prepare a la niñez y a la juventud integralmente es dejar el futuro en manos de ignorantes con muchos títulos: seres humanos que nos llevan, irremediablemente, al suicidio colectivo que estamos viviendo. Resulta que personas que no “se conocen a sí mismos” (de los griegos) y no buscan el bien -que no creen que existe la verdad, el bien común, la libertad, la fortaleza, la justicia, la templanza, la solidaridad, la cultura universal- terminan desesperados, desorientados, frustrados, dando palos de ciegos. Y así, no es posible la PAZ. Porque, educar sin diálogo ni humanismo es como tener mamá, pero muerta.
Del Papa Francisco: “El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos darnos cuenta. […] “el diálogo entre generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abierto a la verdad. Un recibir, permaneciendo abierto a la verdad. Un país crece cuando sus diversas culturas dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la cultura universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación. […] Se suele confundir el diálogo con algo muy diferente: un febril intercambio de opiniones en las redes sociales, muchas veces orientado por información mediática no siempre es confiable. Son sólo monólogos que proceden para ellos, quizás imponiéndose a la atención de los demás por sus tonos altos y agresivos. Pero los monólogos no comprometen a nadie, hasta el punto de que sus contenidos frecuentemente son oportunistas y contradictorios”.
Mientras que, “la falta de diálogo implica que ninguno … está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar. Así las conversaciones se convertirán en meras negaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere bien común, […] y los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decida sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales...”
Fuente: Fratteli Tutti del Papa Francisco