La campaña para la elección del próximo alcalde de Bogotá D.C., ya empezó. Los candidatos más posicionados son hasta ahora los de la coalición de los verdes que parecen los más opcionados en las encuestas. Desde el otro lado del espectro, el Centro Democrático ya decidió también su candidatura, aunque por ahora parece más dedicada a la búsqueda de coaliciones políticas que de respaldos ciudadanos.
Decididos los candidatos o, por lo menos, un pequeño universo de estos, el tema que se posiciona como el clave en la campaña es, sin duda, el de la seguridad. O mejor, el de la inseguridad que es el asunto que más nos preocupa a quienes vivimos en esta enorme ciudad.
La inseguridad no es un problema único, sino que es multidimensional, tal como corresponde al tamaño de la ciudad, a la naturaleza de la misma y a los múltiples intereses que la cruzan. Los diferentes fenómenos que afectan la seguridad y que generan la percepción de intranquilidad aunque deben ser agrupados en una política macro, ésta debe ser subdividida en tantos capítulos como especificidades se identifiquen.
El atraco callejero, por ejemplo, que es uno de los mayores factores de inseguridad no obedece todo al mismo fenómeno, ni se trata del mismo tipo de delincuencia. Una cosa son esas bandas organizadas de fleteros que tienen una cierta logística que va desde el que “marca” la víctima en el banco hasta los seguidores y ejecutores del atraco con uso de una violencia sin límite. Y otra son esos ladrones que están al acecho del descuido ocasional del usuario del celular al que le rapan el teléfono desde una moto o desde una bicicleta. E igual, son diferentes de los que atracan buses de servicio público o que se atreven a robar en los buses y las estaciones de transmilenio.
Tampoco son iguales las bandas organizadas que operan en la ciudad y que la administración distrital se empeña en negar su existencia, que se encargan de operaciones criminales de envergadura, como las ejecuciones sicariales que realizan para otros grupos criminales o como parte de otros negocios ilícitos.
Todos requieren ser enfrentados con igual firmeza y energía, pero cada uno requiere un análisis y una estrategia diferente. Lo primero que debe definir una buena estrategia de enfrentamiento de la inseguridad es que el uso de la violencia contra las personas debe ser tratada con severidad. Un individuo que es capaz de amenazar con una navaja, un cuchillo o un revólver a una persona para despojarla de un celular, de una bicicleta o del salario de su día de trabajo, debe ser tratado policial y penalmente de la manera más severa posible.
La existencia de esos fenómenos no deben dejar pasar por alto otros que igualmente son fuente de inseguridad y de violencia, como los que genera toda la explotación a la que son sometidos diariamente miles de trabajadores callejeros que son víctimas del “gota a gota”.
Los problemas de Bogotá están suficientemente diagnosticados, hace falta un alcalde o una alcaldesa que se comprometa y nos comprometa con la seguridad.
@Quinternatte