Momento crucial
SI algo caracterizó las vidas políticas de Laureano Gómez, Mariano Ospina Pérez y Guillermo León Valencia, fue no solo la forma digna y enhiesta como las ejercieron, sino el estilo franco y directo como confrontaban los problemas nacionales. Haciendo honor a esa hidalga tradición, sus tres hijos, Enrique, Mariano e Ignacio, han abandonado su merecido retiro y en el “octogésimo octavo año” de su existencia han escrito una extensa, intensa y enérgica epístola al presidente del partido conservador, David Barguil, en donde califican de “inepto y corrupto” al Gobierno del presidente Santos y se lamentan del silencio cómplice del conservatismo.
Que los tres más conspicuos representantes de las llamadas “casas” políticas más emblemáticas de la colectividad azul, se muestren sinceramente preocupados porque “pierda su forma reconocible, su dinámica, su capacidad de convocatoria y su aptitud para influir decididamente en el destino de la República”, para que nuestro partido haga unos urgentes ejercicios espirituales de reflexión y si es el caso -y nosotros creemos que sí- haga actos sinceros de contrición.
“Nuestros padres y nuestro ambiente cultural nos enseñaron más verdades en que creer y más actitudes que tomar” nos recuerdan y se preguntan "¿Pero qué está haciendo hoy el partido?". Para ellos mismos responderse compungidamente "Se está negociando la identidad, el carácter y ese talante del que tanto hablaba Álvaro Gómez: se ha perdido el temple político y sobre todo el alto tono moral que motivó a nuestros grandes patricios”. Por eso reclaman airados que “hay que devolverle a la política la serenidad y la decencia necesarias para merecer el reconocimiento y el respeto de los colombianos”,
La consolidación del clientelismo, el intercambio de prebendas, la crisis de la justicia, el botín burocrático en que se ha convertido la salud pública, la dictadura fiscal, el dudoso manejo del proceso de paz, “No han merecido un pronunciamiento de fondo del partido y ha guardado, por el contrario, un silencio cómplice y vergonzante”. Como conclusión de su larga diatriba, los ancianos de la tribu no atisban otro sendero que el de la “franca y decidida oposición” a la forma como “se viene ejerciendo la política, en todas las ramas del poder público”.
Para algunos este memorial de agravios puede parecer dramático y hasta melodramático, pero es evidente que es una carga de profundidad que debe ser causa de preocupación del gobernante y de análisis serio de la colectividad. El receptor la calificó de “observaciones profundas”, aunque se apresuró a aclarar que no le va a jugar a “desinstitucionalización del país” y que “no habrá ni entrega ni oposición radical”.
En sintonía con estas tan autorizadas voces creemos que el problema conservador es de ética y estética. Un creciente y alarmante pragmatismo, facilista y populista, nos está haciendo actuar sin brújula ideológica y sin la menor responsabilidad por las consecuencias para nuestra democracia. ¡Que el Señor nos agarre confesados!