Ernesto Rodríguez Medina | El Nuevo Siglo
Sábado, 16 de Enero de 2016

OPINION ORBITAL

El mejor amigo

"Carlos Muñoz, mil veces intérprete de sí mismo"

 

Comencemos por escribir lo más elemental sobre Carlos Muñoz: él no fue un actor, ni bueno ni malo, fue un consumado y excelso intérprete de su propia personalidad. Carlitos  era  ante todo un hidalgo, un gran ser humano, lleno de dulzura, de bondad, de cortesía, de placidez, de tranquilidad, de serenidad. Era un bonachón de siete suelas y un gran gocetas. Irradiaba por todos sus poros bonhomía y afecto, tanto por las personas como por las cosas y las situaciones. 

 

Carlos interpretó mil papeles en las tablas y ante las cámaras de cine y de televisión. Y mil veces lo único  que hizo fue interpretarse a sí mismo, como el curita de pueblo, el sobrino de Yo y Tú, el alcalde cascarrabias, etc.  Y así fue como entró esas mil veces en nuestros hogares y se apoderó de nuestros corazones. Fundió su ser, su vida, sus alegrías y sus tristezas en un solo personaje. Inconfundible. Así fue como pasó por nuestras vidas...Irresistible e inolvidable...

 

Conociendo sus inmensas potencialidades interpretativas, los guionistas gozaban ajustando sus libretos y diálogos a su histrionismo y versatilidad escénica. Por ello su única gran pasión y obsesión fue la interpretación, al estilo de los grandes de todas las latitudes. Varias generaciones de colombianos nos lo gozamos a plenitud. En los últimos años le encantaba "callejear", abrazar a la gente, preguntarles e interesarse por sus cuitas. El mismo día de su velación, en un rincón de  la Funeraria Gaviria,  una anciana lloraba desconsolada. "Ha muerto Don Carlitos, mi amigo, mi mejor amigo".    

          

Pero como no todo puede y debe ser perfección, debemos anotar  que se descarriló en dos ocasiones. La primera cuando se hizo elegir Senador y la segunda cuando aceptó ser Comisionado de Televisión. En ambas oportunidades se actuaba como gallo en corral ajeno. La hipocresía del poder no iba con su temperamento sin dobleces. En este  su seguro desliz tuvimos la oportunidad de trabajar con él y allí nació nuestra amistad y muchos de nuestros mejores recuerdos. "Carlos no ha muerto, vivirá por siempre en nuestro corazones", nos decía la siempre bella María Cecilia Botero. "Lo único que no le perdono a Carlos es que haya partido sin enseñarnos cómo vivir si él", susurraba su esposa. Paz en su tumba.

 

Adenda

Volviendo sobre nuestro tema de la semana pasada "Democracia y Totalitarismo" el caso venezolano es sintomático de la incompatibilidad radical entre ambas ideologías. El problema radica en que ambos conceptos no son extraídos de la economía política, sino del lenguaje jurídico. Para Raymond Aron "Constitucionalidad" significa la concurrencia electoral con miras al ejercicio del poder, sometido a una reglas precisas. Así, el Estado Constitucional no puede ser juez y parte, como pretende el chavismo que lo sea. Aron nos insiste en que  toda revolución permanente es la negación de toda legalidad democrática. Por eso, en esta clase de revoluciones como la chavista, tanto la verdad como la justicia, estará siempre ausentes.