La gallera nacional
Basta con apreciar la fotografía que este diario publicó de la última intervención en el Senado del parlamentario Iván Cepeda, para comprender en toda su dimensión qué es lo que está ocurriendo en el recinto del Senado de la República y lo que nos espera en los años por venir. Con el rostro desencajado de un poseso, en pleno delirium tremens, con los ojos desorbitados y una mirada homicida, el congresista de marras parece tratar de devorarse con su mirada a su colega el expresidente Uribe. Cepeda ha llegado al Congreso solo con el propósito de hacer juzgar a su adversario por sus presuntos vínculos paramilitares y hacerle la vida imposible. Parece que no calmará sus ímpetus sino hasta verlo tras las rejas. Esa gráfica es el fiel reflejo del espíritu que anima el quehacer político colombiano y el devenir legislativo.
Lo propio también están haciendo los miembros de la bancada de unidad nacional con los demás miembros del uribismo parlamentario. Todo parece indicar que será un enfrentamiento que no dará tregua. Todo esto no sería de extrañar dada nuestra propia cultura, pero lo que sí es novedoso es el grado de confrontación que se respira, sin antecedentes en su ardentía y beligerancia, en la historia reciente del país. El santismo, por su parte, ha salido a cobrar su victoria y prácticamente ha barrido de todas las posiciones directivas al uribismo y en las comisiones del Congreso ha reducido a su mínima expresión las posibilidades de la oposición, especialmente la de la extrema derecha. En nada se diferencia lo que en estos lares está ocurriendo con el acontecer parlamentario, por ejemplo, en Ucrania, en donde los odios son ancestrales y amenazan una guerra civil inminente.
Lo preocupante es que mientras el Gobierno nacional está empeñado en hacer la paz con sus enemigos mortales, las Farc y el Eln, no parece tener idéntico propósito con sus adversarios partidistas. Está bien que el mandatario blinde su gobierno de las emboscadas y atropelladas de su principal contradictor y ayer cercano mentor, pero debe cuidarse muy bien de no dejarse llevar a un terreno de beligerancia en el que el único perjudicado sería el país y, desde luego, su administración. Lo mejor que podría hacer ahora el mandatario es dedicarse a consolidar esa paz tan anhelada por él y dejarle el manejo político del Gobierno a su vice, quien está más que preparado para hacerlo. Sinceramente creemos que por su temperamento y su salud, el Presidente debe bajarle presión a su trajinar belicista. Por linaje y formación el Jefe de Estado no debe confrontar estas riñas de gallos que le proponen sus radicales y obnubilados contradictores.
Escrito lo anterior también no deja de ser alarmante cómo esas confrontaciones se han vuelto noticia del día a día y un ánimo pendenciero parece haberse apoderado de muchos de los altos funcionarios del Estado. Caso que raya en lo patético es el del Fiscal General de la Nación, quien casa pelea con todo el que se atreva a disentir de su pensamiento. Ahora está enfrentado a muerte con el Ministro de Justicia y sigue encabritado con la Contralora General. Pareciera no darse cuenta de las altísimas responsabilidades que ostenta y cómo ellas le obligan a la discreción y a la mesura. y qué decir sobre el comportamiento de algunos magistrados de las altas Cortes? Mejor sería no meterse con tan espinoso asunto.
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Adenda
Mientras en el país llueve en la capital no escampa. La crisis de la movilidad está en su punto crítico. El señor alcalde brilla por su ausencia en las soluciones más necesarias y ahora se encuentra enredado en un lío de contrataciones familiares que lo dejan muy mal parado.