La intransigencia como arma política
Mucha razón le asiste al exministro Rudolf Homes cuando compara a los republicanos allá en los EE.UU. con los uribistas aquí en nuestros lares. Y nosotros agregaríamos a los petristas en nuestra capital o, mejor, al Sr. Alcalde. La intransigencia política de la que todos ellos hacen gala raya en límites demenciales.
Hoy, por culpa del grupúsculo extremista Tea Party, que está empeñado en hundirle al presidente Obama su ley de la salud, el Gobierno está desfinanciado y a punto de cerrar todas sus operaciones federales. La gravedad del cierre y el consecuente incumplimiento norteamericano de sus obligaciones crediticias tendría un efecto devastador sobre la frágil economía del país y del mundo, como lo señala la propia directora del Fondo Monetario Internacional que ha advertido que ese eventual Default nos llevaría a todos a una crisis peor que la de 2008. Los mercados crediticios colapsarían, el precio del dólar se dispararía y las tasas de interés se irían a las nubes. Todo porque una concatenación de odios republicanos, entre ellos el racismo, quieren sepultarle a Obama su principal legado, toda vez que ya han fracasado en todas las instancias parlamentarias y judiciales.
Y si por allá llueve por aquí no escampa. Esas mismas tirrias y malquerencias nos hacen vivir ambientes peligrosos y enrarecidos. Están permitiendo, por ejemplo, que la tan cacareada unidad nacional no opere sino en la nómina. Una reforma a la salud impulsada por Santos está naufragando por culpa de la sinvergüencería e insolidaridad de muchos senadores ausentistas que no quieren que la salud deje de ser un pingüe negocio y se convierta en un derecho fundamental de los colombianos. Lamentables situaciones que se ven favorecidas por el clima de pugnacidad y confrontación entre uribistas y santistas. Es tal el desmadre de nuestra actividad politiquera que los furibistas no contentos con pelearse con todo el mundo se han dado a la tarea de pelearse entre ellos y en verdadero agarrón de comadres se encuentran los precandidatos de ese movimiento o secta. Así como en Washington nada que huela a Obama lo aprueban los republicanos, aquí nada que tenga que ver con Santos logra la aprobación del uribismo.
El libre ejercicio democrático, amenazado con las prácticas intransigentes de quienes creen que, oponerse por oponerse, es la mejor manera de lograr sus objetivos. Olvidando que estas prácticas son la negación de toda convivencia en sociedad.
Esto también lo estamos viendo y viviendo en nuestra querida capital. Por culpa de esa instransigencia cerril, fruto de una soberbia supina, nuestro alcalde Petro ha logrado que su administración sea ejemplar para poder mostrarla como referencia de caos administrativo superlativo. No hay un frente de gobierno que no esté en problemas. Sus relaciones con el Concejo Distrital no pueden ser peores, como lo han sido hasta con sus propios funcionarios y colaboradores que cada día no lo aguantan más y hacen mutis por el foro. Su última víctima. el Sistema Integrado de Transporte, SITP, que por culpa de un gestión intonsa e ineficaz no ha podido despegar ¡y amenaza costar un billón de pesos de los magros bolsillos de los sufridos bogotanos! Y mientras tanto el inquilino del Palacio Liévano con buses eléctricos, como si ese sistema ya no hubiera fracasado allá por la década de los 60. ¿Será que ningún ente de control se atreverá a cesarlo en sus funciones? Amanecerá y veremos...