ERNESTO RODRÍGUEZ MEDINA | El Nuevo Siglo
Sábado, 12 de Enero de 2013

Vidas paralelas

 

Sin  la grandeza de los escenarios, los personajes y los episodios que narra Plutarco en su paralelo biográfico y moral  entre griegos y romanos, no deja de ser atractivo intentar garrapatear una parábola o cotejo entre las accidentadas vidas y quehaceres políticos del Comandante Presidente y los de  nuestro  vapuleado burgomaestre mayor.

Comencemos por recordar que ambos irrumpen en la vida política de sus países, por las vías de hecho. El uno cabalgó en la insurgencia guerrillera y el otro tratando de tomarse el poder con un golpe de estado. Ambos pagan su audacia y su temeridad, con largos años de cárcel y gracias a ellos concitan el interés de sus nacionales y de los medios. Y, desde entonces, ambos sabrán aprovechase de las circunstancias, manipulando a su antojo las situaciones. Desde luego con mucho mayor carisma el Comandante Presidente.

Desde entonces y por siempre ambos usarán y abusarán de un populismo  desenfrenado en su discurso para el cabal logro de sus objetivos. Su dialéctica y don de la palabra se convertirán en el instrumento ideal para ascender en la vida pública y así  como no escatimaran adjetivos descalificadores para sus adversarios tampoco ahorran el lenguaje demagógico en la defensa de los desposeídos y las clases populares.

Nunca han ocultado su mutua y pública admiración ni sus secretos devaneos. Ambos han sabido arropar sus aciertos pero también sus desaciertos, en la gesta y leyenda bolivariana. Y ambos han aprovechado las falencias, errores, equivocaciones y desatinos de sus adversarios. Chávez, la desunión de los partidos políticos venezolanos y Petro, las desavenencias y desencuentros  de sus rivales capitalinos. 

Y juntos le han sacado el máximo partido político a las ferias de corrupción que han acompañado el manejo de la cosa pública.

Y han tenido la fortuna de tener siempre como contrincantes a dirigentes políticos miopes y egoístas, pero sobre todo absolutamente despistados y desconectados del querer popular.

Los dos se han considerado ungidos por la Providencia y han sabido usar y abusar de los tejemanejes del poder, interpretando a su acomodo la norma. Su sacrosanta voluntad es la ley. Pero como no han podido, todavía, alcanzar la inmortalidad, los achaques de salud no han sabido respetar sus humanidades y ambos se han visto comprometidos por estas debilidades de la carne.

Infortundamente para los venezolanos y para los bogotanos, estos personajes de marras, casi a la limón, están acabando con su país y con nuestra ciudad.  Venezuela y Bogotá se han tornado casi invivibles y su futuro se pinta en negros caracteres. En ambas latitudes se sobrevive más que se vive y cada día  se amanece con un nuevo sobresalto, fruto de la improvisación. Nuestros vecinos en una economía más estropeada y nosotros con la nuestra cada vez más amenazada.  Y Chavismo y Petrismo, todos a una, haciéndoles pagar a los contribuyentes todos sus desaguisados.

De todas maneras  sus  conmilitones los siguen ciegamente, como a la verdad revelada que encarnan. Están montando la leyenda, mientras sus arrolladoras presencias o ausencias paralizan a sus adversarios. Esto es lo que realmente da  vergüenza. Mientras se nos proyecta la gesta del Mío Cid  venezolano se nos informa de  la cruzada de los politicastros bogotanos para evitar que una sensata revocatoria acabe con  los desmanes petristas. Por lo visto nada se hará porque se ha colocado en las afueras de los palacios de Miraflores y Lévano un perentorio cartel que reza: "¡Silencio, enfermo grave!".

ernestorodriguezmedina@gmail.com