Tuvimos que esperar lo peor, el advenimiento del pánico de la mano de una pandemia universal, para darnos cuenta de que el Estado es muy grande, lerdo, lelo e incompetente para afrontar con éxito situaciones críticas de vida o muerte.
Quizás el ejemplo de los altos aranceles a los medicamentos, tapabocas, geles de alcohol para higiene personal, ventiladores de oxigenación, entre otros, resulten apropiados para asentar mi tesis. Ya con el contagio propagado y el miedo colectivo exacerbado, nos dimos cuenta de que le estábamos colocando trabas innecesarias al libre comercio, pero ahora, con el peligro de la muerte acechando.
La cuestión fue tan patética que le tuvimos que bajar aranceles también a la importación de químicos fungicidas para ahorrarles a nuestros campesinos cerca del 20% de sus costos fijos y de esa manera mitigar el desabastecimiento alimentario.
En suma, con muertes encima nos damos cuenta de que necesitamos del mundo, de su tecnología, de su conocimiento, de sus recursos y sus inventos para poder tener una mejor calidad de vida. Es que al consumidor poco o nada le importa el origen del producto o la riqueza del Estado cuando de defender su propia vida se trata.
Y ahora viene el segundo debate, el de los empresarios. Los empresarios tenemos que dar ejemplo y sacar nuestros ahorros e invertir en mypymes para evitar su quiebra; comprar acciones para evitar descuadre monumental de la bolsa; invertir en nuestros empleados para evitar suspensiones o terminaciones de los contratos laborales, entre otros. En fin, creerle a un país a pesar de su inestabilidad política, su inseguridad jurídica y su nula flexibilización laboral.
Pero, así como demandamos generosidad superior del sector productivo, debemos cuidarlo. Debemos evitar que sigan satanizando a los emprendedores que por instinto de supervivencia dieron vacaciones colectivas o, suspendieron contratos o, despidieron gente, previa indemnización. Máxime con unos mamertos que impiden hablar de formalización del empleo, so pretexto de la abstracta precarización laboral; el pago por horas; el desarrollo de la economía colaborativa y horizontal; la suspensión de algunos gastos parafiscales, entre otras muchas medidas que impidan la disparada de las cifras de desempleo.
El tercer “round” correrá por cuenta de la pelea por distribuir los más de14 billones de pesos que destinará el Gobierno (nosotros) para conjurar la crisis. ¿Los colocaremos en el mercado a través de la demanda (consumidores de bienes y servicios) o de la oferta, huelga decir, del sector productivo? ¿Plata para que la gente pueda pagar el arriendo y la comida o para el empresario para que no tenga que despedir gente?
Así está la cosa y así seguimos, con un Estado tan anacrónico como voraz.
@rpombocajiao
*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI