“Capítulos de esta historia deportiva tienen pasajes dramáticos”
El pasado 7 de agosto, en Zipaquirá, celebrar el triunfo de Egan Bernal en el Tour de Francia fue un acontecimiento que suscitó recuerdos interesantes y trascendentales. Este episodio recordó la primera Vuelta a Colombia, promovida en 1950, entre otros, por don Enrique Santos Castillo, el papá de Juan Manuel, proyecto que se llevó a cabo en 1951 y del cual fue aplaudido ganador Efraín Forero Triviño, líder de ese deporte que desató un movimiento nacionalista en la competencia de 1952, a raíz del triunfo de José Beyaert, ciclista francés. Un éxito que agravió el sentimiento nacionalista, entre otras razones por los estímulos que provocó el famoso periodista y locutor Carlos Arturo Rueda, un costarricense que amaba a Colombia y la estimaba suya.
La situación cambió cuando el “pentacampeón” Ramón Hoyos, personaje del periodista ‘Gabo’, en la competencia de 1953, derrocó al extranjero y de ahí en adelante se impuso en los siguientes años, monopolio que algunos adujeron era patrocinado por el gobierno del ‘dictador’ Rojas Pinilla, pues el paisa había representado al equipo de las Fuerzas Militares en 1954.
Capítulos de esta historia deportiva tienen pasajes dramáticos. Por ejemplo, lo ocurrido el 5 de agosto de 1963, la masacre de Marquetalia, ejecutada por el bandolero Ángel Aranguren, alias ‘Desquite’, en la “Italia”, vía hacia la Victoria, Caldas, que estaba abandonada, pues las tropas ese día vigilaban la carretera Honda-Manizales, en la etapa de la 13ª vuelta, ganada por Cochise Rodríguez. Fueron asesinadas 39 personas. Drama del cual fui testigo al final. La afición oyó esa noticia y las críticas a la falta de seguridad nadie las tuvo en cuenta. Otros casos sucedieron en esos eventos: los derrumbes en las carreteras y los accidentes que sufrían ciclistas y periodistas que cubrían la competencia. Por ejemplo, la muerte del reportero Alberto Martínez Prader, en julio de 2005.
La Constitución del 91, contemplando muchos antecedentes, en su Artículo 52 apoya el deporte y a sus practicantes, garantías que no se conocen plenamente. Recientemente, por ejemplo, se interpuso una tutela para proteger los derechos de jinetes del equipo de la Escuela Ecuestre de El Tambre, menores de edad y, por lo tanto, titulares de un derecho prioritario, según los artículos 44 y 45 de la Carta Fundamental. La petición fue negada y, en el entretanto, la Federación Colombiana Ecuestre nada ha resuelto, con lo cual se está atropellando el sueño de estos equitadores de participar en concursos mundiales de este “deporte de Alejandro Magno”.
La ignorancia de los derechos constitucionales, antes y ahora, es indiscutible y asombra que sea no solo un defecto de los ciudadanos, sino de quienes, de acuerdo con la ley, tienen obligaciones de asegurarlos. Es la razón para que se diga, habitualmente, que la Constitución es letra muerta y por ello hay tantos muertos en este país, donde enseña la experiencia que la democracia constitucional es una utopía.