El tren y los camiones | El Nuevo Siglo
Miércoles, 27 de Julio de 2016

El poeta colombo-argentino Eduardo Talero, deslumbrado por el desarrollo del ferrocarril en Argentina, escribió un poema en 1895 y en uno de sus versos declama: “Es de la industria colosal obrero/Su recia contextura/ Es férrea y vigorosa;/Es su musculatura/De bien templado acero/Hay vibración de fuerza poderosa/Y alimenta la vida en sus entrañas/Con negro corazón de las montañas.”

La conquista de la tierra por la máquina carbonífera parida por el ingenio de Richard Trevithick, en 1803, probablemente en solidaridad con los equinos, promovió el descubrimiento del planeta y el alivio del hambre de sus pobladores. El invento abrió caminos de colonización y fue Colombia, como lo cuenta Gustavo Arias de Greif en “La mula de hierro”, país pionero de esta empresa civilizadora: el Libertador, en 1827, encargó el estudio del diseño de la línea del tren entre Chagres y  Panamá, terminado en 1829,  iniciativa  fracasada  por los conflictos políticos de la época y que fue, obviamente, ejecutada por una empresa gringa que lo inauguró  el 28 de enero de 1855, como su propio negocio.

Este   hito  marca la historia de fallidas ilusiones de hombres soñadores que han intentado e intentan descubrir el país y liberarlo de la dictadura de los  ambiciosos  carreteros y, principalmente, de las fábricas de buses y camiones que monopolizan el transporte de carga y pasajeros, en  oscuro concubinato organizado lucrativamente y en detrimento de los usuarios. (León Vilarín, CDC, Chile 1973)

Protagonista de esta historia de fallidas ilusiones fue el presidente Virgilio Barco, sin olvidar que otros también aportaron su desidia. Durante su gobierno se profirió la Ley 21/88, que le otorgó facultades para recuperar el sistema de transporte ferroviario, encargo cumplido con los decretos leyes 1588 a 1591 de 1989, normas que  se puede decir hoy fue el acta de defunción de esta imprescindible empresa de desarrollo, pues una de sus prescripciones era liquidarla.

En adelante se han iniciado y puesto en ejecución varias audaces propuestas sin que ninguna haya alcanzado sus metas, entre otras razones porque para la viabilidad del sistema es preciso que sus trayectos de operación alcancen recorridos mínimos de 800 kilómetros. La sectorización precaria hace inútil el servicio.

 Políticamente el cumplimiento del mandato contenido en el decreto 1589/89, que disponía la creación de una empresa de economía mixta, “Sociedad Colombiana de Transporte Ferroviario”  es una necesidad perentoria que, además de desbancar del poder a los camioneros, proveerá la movilización eficiente de bienes a menores costos y facilitara la inversión y el comercio exterior y el progreso nacional. Pero claro, en un régimen neoliberal, competir con el sector privado no es fórmula conveniente y aceptable, no importa que las autoridades terminen sometidas a la voluntad ambiciosa del capital.

Por ahora hay que conformarse con el Tren de la Sabana, una distracción de cuarenta kilómetros de recorrido que recrea a los devotos que visitan la catedral de Sal.