Mide la concentración de la riqueza. Si es cero la sociedad es igualitaria. Si el índice gini es uno, la concentración es absoluta, de un propietario. Ante el caben muchas actitudes. Si usted es economista en busca de empleo con el actual gobierno colombiano debe procurar no mencionarlo. Seguir el ejemplo del exministro de hacienda Carrasquilla que, tras dejar una situación social explosiva, pasa a llenar una posición en la dirección del Banco de la República, y lesiona su autonomía. Su magnánimo aporte aumenta la posibilidad de que mañana un populista decida cooptarlo para sus programas de corto plazo.
Su gestión privilegió al sector financiero. Debilitó la salud en plena pandemia, y desató los paros cívicos nacionales, con sangrienta represión estatal. Siguió la tesis de ayudar a los más ricos para que eventualmente los de la base se beneficien. Esta tesis plutocrática ha demostrado ser falsa en diversos países. Y tiene la insensibilidad del callo moral que soporta con gran resignación cristiana los dolores del prójimo. Esa callosidad estimula, en política, al populismo que es una suerte de comunitarismo con resentimiento.
Por lo pronto vemos un milagro colombiano. El crecimiento se disparó a casi un 18% semestral, debido al mercado internacional y gracias a la iniciativa privada de industria, agro, comercio.
Pero creció de forma grave el desempleo. El gobierno se apropia del auge, sin merecerlo, y disculpa lo segundo como un azar pandémico.
En suma, la riqueza tiende a concentrarse más, se ambienta la violencia, como lo hace notar Hernando Gómez Buendía en su libro enciclopédico sobre la historia nacional, cuya lectura recomiendo.
Tenemos el gini muy concentrado, quizá no tanto como el de Venezuela (la dictadura no da cifras contrarrevolucionarias), pero sí es uno de los más dispares del hemisferio. Y, digamos, Colombia tiende a ser muy briosa. Cuando el gini se puso peor de lo habitual durante la administración de León Valencia (1962- 1966), surgieron las tres grandes guerrillas que aún conocemos. No hablemos de causa y efecto. Al cabo, un pueblo no es una máquina. No está sobre determinado, existe siempre la posibilidad de optar (aunque no de escoger las opciones). En la India ante la hambruna surgió Mahatma Gandhi con su protesta pacifista, y al parecer se estimuló el faquirismo. Y ante la dura adversidad de la vida los artistas bien pueden componer haikus, como el poeta oriental: “Solo con su perfume contestan los ciruelos a quien rompe la rama”.
Pero esas analogías desbordan lo analogado. En el organismo peculiar llamado Colombia, la violencia que entraña su índice gini, genera reacciones violentas. Y la represión de los gobiernos no abona la paz. En los noticieros internacionales (no tanto los nacionales adscritos a intereses evidentes) se destacó la muerte de un protestante pacifico a quien le habían dado en el ojo con un arma antimotines. El joven volvió a protestar y esta vez fue asesinado. El gobierno está en la posición del encuestado que “no sabe/no responde”.