Sin desapego nacionalista, ni bronca contra alguien, hay que descorrer la cortina crítica, imaginaria de la realidad del país, a una semana de terminar año.
Ningún ciudadano en su plenitud mental, frente a su agenda personal en negocios independientes y compromisos laborales en general, sabe con precisión cuáles son esos valores desde 2020.
Por mucho, poco o nada de brindis navideño, las obligaciones económicas aparecen con fechas de pago y vencimiento en primera semana de enero, en bancos por tarjetas, además de servicios públicos.
Las expectativas están alrededor del sistema salarial que se defina desde enero, junto con lo pensional, ajustado con lupa y hasta tijeras, expuestos a cambios propuestos por protagonistas gremiales, interesados en darle un dudoso vuelco.
Y en cadena están sumadas pesadas obligaciones tributarias. No se descarta que la reforma Tributaria, tenga demandas en 2020, incluidos debates aplazados como todo y, terminan adormecidos en las Cortes.
Y no pasa desapercibido que el Fiscal General advirtió, desde comienzo de semana, que el articulado del proyecto de ley tributaria tenía o tiene dos manchones: lavado de activos y enriquecimiento ilícito.
Antes de borrarlos en el texto de la Ley, era requerido establecer, origen y autores que, como dos sellos, quedan para identificar la bandera de corrupción frecuente en el país.
El muy inquieto director de la Dian anticipó que se ajustan cambios en esa parte de la respectiva Ley frenada y, al parecer quemada en la puerta del horno, a punto de tener vigencia.
La Fiscalía precisó que esa gestión es una obligación que le corresponde a ese despacho y no a la Dirección de Impuestos. Es la justicia quien erradica delitos presuntamente infiltrados, como siempre en muchas leyes.
Cuánto más recesos en el Congreso y en Cortes, más crece el desconcierto ciudadano, con total rechazo al exceso de habladuría, llamada “Conversación Nacional” para decretar posibles medidas.
El presidente Duque insiste en “conversar”. Eso significa intercambiar ideas y botar corriente, chévere, como dice la gente en lo común; distinto a lo que sería un -Acuerdo Nacional- serio con decisiones concretas y vigencia con fechas.
Los excesivos anuncios oficiales pierden credibilidad y dichos de ciudad en ciudad crean confusiones; sus habitantes esperan acuerdos, pero se encuentran con aplazamientos, ‘carreta’ verbal y abrazos al público auditorio.
El desconcierto es porque los trabajadores confían en salario rendidor; siempre lo aplican con lupa; tanto como el olvido olímpico a la salud, con algunas EPS, en multimillonarias deudas.
De lo contrario, mucha población le teme a 2020 con un desborde de precios y tarifas, para seguir viviendo jodidos en el país aplazado.