El país | El Nuevo Siglo
Jueves, 18 de Mayo de 2017

“Percepción de hogares es que nación va por un lado y Gobierno por otro”

 

 

Se está quedando sin argumentos el presidente Santos para incomodarse con la mayoría de colombianos que hoy se muestran pesimistas sobre el rumbo nacional.

La situación del país va mal y podría ser peor.

El Ejecutivo, en lugar de apartarse de quienes expresan incertidumbre por el deterioro de la economía, debería tomar cartas en el asunto y transmitir confianza.

La percepción de los hogares es que la nación va por un lado y el Gobierno por otro.

Las gentes en las calles andan desmotivadas y sin norte.

Los consumidores son cada día más retraídos a la hora de salir de compras.

Los trabajadores son muy medidos con sus ingresos, cuidan su empleo como un tesoro.

Los más de 2,3 millones de desocupados sienten el estrés diario de la marginación, la pobreza y la desesperanza.

El Gobierno lo sabía: 2017 sería un año de caros impuestos, bajos ingresos y pobre crecimiento económico en un entorno global enrarecido.

 

También lo dijimos en esta columna: era el peor momento para una nueva reforma tributaria. El bolsillo no aguantaba aumento de tarifas.

Un flaco crecimiento de la economía, el consumo, las ventas, los pedidos, las exportaciones y la inversión, no va con aumento de gravámenes.

Para rematar al caído, administraciones como la de Enrique Peñalosa en Bogotá, pretenden un nuevo cobro de valorización. Parece un chiste de mal gusto.

Resulta impensable que cuando los bogotanos no han visto ni disfrutado las obras ya cobradas por valorización en anteriores gobiernos, se pretenda ahora una nueva contribución.

Valorización, ¿a razón de qué?

¿Dónde están las obras ya financiadas?

Un descaro hablar siquiera de una nueva valorización en Bogotá cuando la capital está sumida en el caos. Las mujeres dicen sentir temor de salir a la calle después de las 6 de la tarde. Peñalosa dice que no ve la razón.

Los colombianos están por estos días cortos por el cumplimiento de obligaciones fiscales como impuesto de renta, de vehículos, de la riqueza e ICA. No queda más de dónde echar mano.

Otro asunto de tinte político tiene que ver con la propuesta de una reforma pensional. La harán muy seguramente en un próximo gobierno, y será dura y costosa.

Las pensiones se las ‘comen’ regularmente unos pocos adinerados y bien remunerados en el país.

Sin embargo, los pobres, los del mínimo, los de salarios menguados, los que necesitan ahorrar para tener un retiro digno, generalmente pierden.

La inflación se lleva parte de su mesada pensional. Guardan toda una vida y lo que reciben es poco y con ajustes anuales precarios.

En cambio, unos cuantos privilegiados reciben el grueso de las pensiones.

El otro punto es que muy seguramente van a aumentar la edad para pensionarse. Se alarga la espera para los más necesitados.

Así va el país hoy, a marchas forzadas.