El pasado 21 de noviembre, fecha en la que inició el tan anunciado paro nacional, tuvo lugar una jornada atípica de violencia en algunas de las principales ciudades del país. En Cali, mi ciudad, hubo pánico y zozobra, e independientemente de si fue orquestado, noticia falsa o no, lo cierto fue que sí se vieron muestras de población civil armándose para “defenderse”.
Más allá de quién o quiénes motivaron estos lamentables hechos que jugaron con la tranquilidad de los ciudadanos, y sobre los cuáles se han planteado innumerables teorías, quiero referirme a un hecho que llamó profundamente mi atención: el porte y tenencia de armas de fuego y el “arme” de ciudadanos que se hizo evidente ante las amenazas de saqueo a sus viviendas y comercio.
“No vayan a salir, que desde aquí les damos bala a esos #*…”, dice un hombre mientras apunta su escopeta hacia la entrada del complejo de apartamentos, junto a él hay otro hombre con una pistola en la mano. Los hechos se presentaron en el sector de Valle del Lili, en el sur de Cali, y quedaron registrados en un video ampliamente difundido. Decenas de vecinos con palos, crucetas y armas de fuego se atrincheraron para “defenderse”.
Estas organizaciones espontáneas de vecinos seguro se fundamentaron en pronunciamientos como el de la senadora María Fernanda Cabal de “organizarse en las entradas, buscar elementos de defensa y rodear a los vigilantes”. Esta propuesta, altamente peligrosa, de tomar las armas por cuenta propia se vio tanto en Bogotá como en Cali y en Facatativá, junto con muchos que hicieron guardia con sus armas verdaderas y hechizas.
Y es que el riesgo de planteamientos como este no es menor. De acuerdo al más reciente informe de la organización suiza Small Arms Survey, publicado en 2017, Colombia ocupa el puesto 21 en la lista de los países con mayor cantidad de civiles que tienen armas de fuego.
En total en el país hay más de 4,9 millones de armas en manos de los ciudadanos, superado únicamente por Brasil, México y Venezuela en América Latina. Colombia ha tenido una larga cultura donde el monopolio del uso de la fuerza no ha estado en manos del Estado. La cantidad de armas y nuestra historia es un coctel muy peligroso.
Cada vez que en nuestro país se avivan los problemas de seguridad y orden público se pone nuevamente sobre la mesa, de manera formal o informal, la flexibilización del porte y tenencia de armas. Más armas en la sociedad es igual a más muertos y eso solo se exacerba con marchas que pueden tornarse violentas. Lo he dicho siempre y lo repito ahora: no más armas ni defensa armada por la propia mano. De no contrario podemos vivir una situación muy lamentable.