NECESARIO que sector privado tenga confianza en el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, pues éste continuará y será preciso armonizar relaciones.
La primera clave para apostarle a un crecimiento superior al flaco 3% anual tiene que ver con generar certidumbre. Si no hay fe ni credibilidad en titular de finanzas públicas, apague y vámonos.
Carrasquilla seguirá navegando en aguas tormentosas de la economía intentando mandar mensaje de calma y optimismo a inversores.
El Minhacienda se mantendrá al frente de su despacho y no dará el brazo a torcer para seguir manteniendo en limpio su buen nombre, enrarecido por los bonos de agua.
Empresarios, inversionistas y accionistas requieren un ministro de Hacienda dedicado a sus responsabilidades, sin distracciones ni dudas ante la comunidad.
Con propuesta de poner a crecer economía nuevamente en niveles del 5% anual, tramitar reforma tributaria que modernice obsoleto sistema impositivo y buscar recursos para cubrir el faltante del presupuesto, el ministro solo debe tener ojos para cumplirle al país.
Es por eso que se requiere cercanía y confianza entre el funcionario y los hombres de negocios. Los productores quieren trabajar con la certeza de que hay un ministerio de hacienda creíble y de fiar.
Empresarios asumen que Carrasquilla es hombre de bien, íntegro y decente. Consideran vital mantener buenas relaciones con el Ejecutivo para trabajar juntos en la expansión de la economía, creación de empleo y mayor inversión privada.
Si la meta es un PIB del 5% en el mediano plazo, habrá que trabajar en consenso con el Gobierno y para ello, se necesitan funcionarios que transmitan confianza.
Si Carrasquilla decidió mantenerse en el cargo es porque se dedicará exclusivamente a los menesteres de su cartera, no a desgastarse en el Twitter.
La nación tiene mayores expectativas que asistir a la furia de ataques cargados de fobia, odio e insultos contra un funcionario. Sin moción de censura, capítulo cerrado.
La sociedad presencia incrédula debates de control político donde se pone contra la pared a un ministro por sus contratos como consultor, cuando en el mismo recinto, delincuentes, forajidos, terroristas, secuestradores, ladrones, saqueadores, violadores y asesinos sacan pecho, acusan, señalan y posan de mártires.
Inversores preguntan cómo se hizo tal milagro de la paz: tener en el Congreso a tanto bandido en lugar de enviarlos a prisión.
Les causa sensación de susto saber que las leyes en adelante también pasarán por manos de delincuentes de alto calibre que no pagaron sus delitos, no fueron judicializados, y lo peor, no repararon a sus víctimas.
Señalan que no será fácil convivir con semejante espectáculo de impunidad.
Habrá que tener piel dura para conciliar en democracia con quienes asumen ser buenas personas aunque la sociedad los recuerda con terror.
Tenemos dos prioridades: cerrar heridas de la guerra y emprender un nuevo mejor comienzo.
A su vez, Carrasquilla debe pasar la página y enfocarse en recetas económicas, aunque para cocinarlas, sea el villano de pobres y clase media.