Dentro de los líderes actuales, la canciller alemana Ángela Merkel se ha convertido en un ejemplo, que juega sin proponérselo el papel de baluarte de la libertad y del Estado de derecho, en un mundo cada vez más propenso a gestos y reacciones autoritarias y antidemocráticas.
Su compromiso con la libertad de expresión y la libertad de prensa, la han llevado a recordar que la democracia necesita "distintas perspectivas de la realidad y diversidad de opiniones", así como ciudadanos capaces de discernir entre “información veraz y mentira", al tiempo que a advertir que dichas libertades tienen en todo caso límites que se manifiestan cuando se propaga el odio, cuando la dignidad de las personas es vulnerada.
Su país ha sido uno de los que con mayor responsabilidad ha enfrentado la actual crisis generada por el Covid-19, exigiendo a sus habitantes actuar consecuentemente con sus deberes cívicos y de solidaridad, pero ha sido también uno de los que ha debido enfrentar las más disímiles teorías de conspiración difundidas en medios ligados muchas veces a movimientos de ultraderecha, pero también provenientes de Rusia, en medio de una ‘guerra informativa' que aprovecha la incertidumbre generada con la pandemia.
Frente a estas circunstancias, en las que las manifestaciones de hace pocos días son apenas un ejemplo, el llamado de la canciller no ha sido a la burda censura o a la represión, sino a la responsabilidad, al respeto de la ley, y a la clara defensa de los valores democráticos.
Su visión también comporta que, como lo recordó hace algunas semanas, “los periodistas deben poder confrontar a un gobierno y a todos los actores políticos con una perspectiva crítica". Ello resulta invaluable en un tiempo en el que respecto de muchos líderes, en palabras de Mario García de Castro, “resulta indiferente si dicen la verdad o mienten”, pues “ya no cabe la distinción entre verdad y mentira porque todo acaba siendo opinable. El resultado no es solo la banalización de la realidad sino el regreso de la propaganda frente a la información de los hechos. La intoxicación de la realidad como norma”. Sobre todo con el advenimiento de la pos verdad y de ciertos gobiernos en el papel de “Gran Hermano”, gracias al nuevo populismo “basado en la propaganda ideológica en las redes sociales, el antintelectualismo y la teatralización de la escena política”.
Resulta destacable igualmente, el rigor de la canciller en el manejo de las finanzas, sus gestos con los inmigrantes y su papel esencial en la alianza que tiene Alemania con Francia, como pilares del ideario europeo frente a los embates internos y externos, ligados al resurgir de los nacionalismos a ultranza y a los intereses de quienes quisieran que ese bloque económico y de valores democráticos se debilite.
Lo deseable sería que su liderazgo pudiera aún prolongarse, pero de no ser posible, o no ser su deseo, es de esperar que los miembros de su partido promuevan a alguien con calidades por lo menos similares a las que la canciller ha demostrado.
@wzcsg