El devenir del conservatismo

Domingo, 15 de Marzo de 2020

“Reforma a la justicia, país agrícola y desarrollo, en su norte”

Quienes perdieron las pasadas elecciones presidenciales aprovechan para cuestionar la legitimidad del presidente Iván Duque, por cuenta de un fragmento de una grabación en la que el “Ñeñe”, en conversación con una funcionaria de la unidad legislativa del senador Álvaro Uribe, habla de conseguir unos recursos para las elecciones, lo que, al parecer, suena como compra de votos para la segunda vuelta. Uribe y el presidente Iván Duque se declaran sorprendidos e inocentes de esas componendas electorales.  El monto de dinero que se menciona no alcanza para comprar una elección y se desconoce si la charla fue en clave para conseguir recursos con otra finalidad. Habrá que esperar los resultados de las investigaciones en marcha.

Informados a medias, los opositores al Gobierno ya han lanzado sus baterías en contra. Lo que por lo pronto se puede avanzar es que no estamos ante la caja de Pandora de un gran fraude electoral, sino frente a una componenda parroquial que deberá ser esclarecida. Los videos donde Iván Duque aparece cantando y bailando al son de los tambores, no deben sorprender a nadie ya que la diversión y el esparcimiento hacen parte de la campaña electoral, que en ciertos aspectos en las zonas cálidas se convierte en una gran fiesta, lo que no riñe para nada con los compromisos del futuro gobernante, que, entre otras cosas, tiene buena voz y ritmo. En la segunda vuelta los conservadores votamos gratuitamente y en masa por Duque, así no salgamos a reclamar el triunfo. Por lo mismo, el conservatismo está en condiciones, y es su deber, defender la legitimidad del Gobierno.

Es común por estos días que las gentes se pregunten que hace el conservatismo para defender el sistema, dado el compromiso por el orden que nos distingue. Más lo conservador no se debe confundir con mantener las cosas estáticas, como lo hace el guardia de un museo. La cuestión política conservadora tiene que ver en gran medida con la ausencia de Álvaro Gómez de la política desde cuando fue eliminado a tiros al salir de dictar clase en la Universidad Sergio Arboleda, donde Iván Duque, fue su alumno y en donde se forma para la brega política y el servicio a Colombia. A partir de la inmolación del estadista conservador ningún otro dirigente llena ese vacío y nadie se atreve a levantar las banderas para luchar contra el Régimen. Alfonso Gómez Méndez, recientemente, en sus notas periodísticas de historia, se pegunta qué hacía Álvaro Gómez al lado sus secuestradores en la Constituyente del 91.

La respuesta es sencilla y noble: Álvaro, estaba dando un ejemplo sin par, digno de la democracia ateniense, de abnegación y servir al país en esa instancia para evitar que por la vía legal de la Constituyente precipitaran al caos o la destrucción la República. Recuerdo que yo le dije al doctor Gómez, -en esa Constituyente van a atomizar el orden conservador que nos legó Núñez y Caro-. Así es, más si yo no me presento a defender lo nuestro, hasta nos hacen la revolución -dijo-. Y tenía razón. Esa es su grandeza, la que lo lleva a combatir el Régimen cuando comprende que el abismo de corrupción en que ha caído la República exige un cambio radical y la remoción de la casta gobernante. Lo que determina, también, a sus homicidas al cobarde atentado, que sigue impune. Lo conservador debe apoyar e impulsar el esclarecimiento del magnicidio del estadista conservador.

Lo conservador debe actuar en pro de la reforma de la justicia, del respeto por la letra de la Constitución y las leyes para que no se malinterprete el reglamento ni siquiera en la Corte Suprema, so pretexto de llenar sus propias vacantes. Lo conservador sigue los principios consagrados en la lucha por el derecho de Von Ihering, con miras al triunfo de esos ideales.

Lo conservador debe volcarse en apoyo de las Fuerzas Armadas en su misión de combatir a los subversivos en la periferia del país, así como defender la disciplina y la mística de nuestros soldados. Los que pretenden politizar las Fuerzas Armadas, sea de buena o mala fe, desconocen nuestra historia y los peligros que encierra la politiquería en los cuarteles, lo que podría convertirse en un expediente para fomentar el caos y la violencia. El presidente del Partido Conservador, Omar Yépez, combate esa imprudente sugestión, en tanto ha cumplido una dispendiosa tarea de devolverle la moral al conservatismo y llevarlo a elecciones, siendo muy claro en descartar los intentos de politizar los cuarteles.

En medio de la crisis petrolera y económica, el conservatismo debe defender el impulso al desarrollo y la seguridad en los campos para volver a ser país agrícola, lo mismo que fomentar con ardor una política urbana, dado que no pinta en las grandes ciudades.