Mañana se conmemora el aniversario de la llegada al planeta del Niño Dios. Acontecimiento que se consigna en los evangelios, dando cuenta que ese aviso provocó criminalmente al dictador Herodes, quien, para evitar que ese precursor de la Paz lograra sus triunfos humanos, impartió la orden de asesinar a los menores de dos años, que aparecieran habitando el territorio de su gobierno y sus agentes, conocidos como los “Reyes Magos”, enterados de la divinidad del personaje sublime, desertaron del oficio y, por el contrario , rindieron homenaje y adulación al hijo de Jesús y de María. Este episodio me impacta emocionalmente, pues mi gemelo, Gustavo Adolfo, murió el 24 de diciembre de 1946, a los tres años. Además, el 9 de abril de 1948, otro año bisiesto, fue el escenario del Bogotazo, a raíz del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán Ayala
El único reportero que refiere el evento es San Mateo, contando que “Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos…Pero siendo avisados por revelaciones en sueños que no volviesen a Herodes, regresaron a sus tierras por otro camino” (El Santo Evangelio. - La visita de los magos)
Este episodio se celebra el 6 de enero del año que viene, un calendario que registra la evaporación del pasado año bisiesto 2020: 366 días de catástrofes humanas, de acontecimientos fatales que han sido calificados por la superstición romana y no solamente con la pandemia sufrida en el planeta sino las tragedias en este país: crímenes arremetiendo la suerte de los pobres y exaltando los intereses de los capitales, los narcotraficantes y otros corruptos oficiales, secuelas que trascenderán por todo este siglo y, en Colombia, amplificara el dominio político que viene ascendiéndose velozmente, gracias a la disciplina obediente del Dux Iván, Marques de Carabas, pupilo del Gato Con Botas, chalán de El Ubérrimo.
El intento de Cristo de sembrar la paz en el planeta y, coloquialmente en esta patria, ha sido un sueño frustrado y todo porque lo que se pide globalmente es la satisfacción de las ambiciones y no el reinado de la confraternidad, la solidaridad y el amor al prójimo.
Un examen apurado de la historia colombiana nos relata que desde 1810 hasta el día de hoy solo ha gobernado el poder de la fuerza y no la amistad; el afán del monopolio de parte de los “partidos” no ha conducido a la satisfacción de los intereses del pueblo. Estas apuradas reflexiones me convencen de pedirles que para el año que viene hagamos todos y cada uno el esfuerzo para que se imponga la paz y la cordura que enseña la historia cristiana. La campaña política que se desatará próximamente hay que guiarla no para ascender a los clientes de los manzanillos, sino a los líderes de la hermandad humana y, una vía para esa meta es pedirle ese regalo al Niño Dios para el año que llega.