Diversos estudios reconocen que la comprensión lecto-escritora, la lógica y el pensamiento matemático, al igual que el conocimiento y el método de las ciencias, son fundamentales para desarrollar el pensamiento crítico y analítico, la argumentación y las capacidades innovadoras.
Sin embargo, a pesar de dicha relevancia, el Centro Nacional de Consultoría señala que los estudiantes colombianos que presentan las pruebas Pisa están por debajo del nivel 2 en ciencias y matemáticas; en cuanto a lectura, el 50% llega igualmente a este nivel, mientras que en los niveles altos (4, 5 y 6) tan sólo se halla el 10% de los estudiantes.
Los ecosistemas empresariales están permeados por un ambiente de competencia que incluye tanto la creatividad e innovación, como la eficiencia en la gestión de recursos y procesos. Sin embargo, el escenario crítico de la educación trae como consecuencia, un aparato poco competitivo por la baja productividad y creatividad del talento humano.
¿Cuál es el reto?, desarrollar estrategias basadas en la gestión del conocimiento con fines de innovación, fortaleciendo las competencias gerenciales en los directivos, para que le den una visión más holística y de largo plazo a las estrategias de la empresa, basada en el talento humano; avanzando hacia una formalización del empleo y el estímulo al trabajo en equipo y en red (teletrabajo).
En este contexto, juega un rol fundamental el fortalecimiento de las empresas familiares para que trasciendan en el tiempo y continúen su aporte al desarrollo económico. Su consolidación y modernización juega un papel fundamental en el potencial desarrollo de la economía colombiana. Y para que todo esto ocurra, es clave que existan modelos de formación óptimos para los colombianos donde prime un espíritu de aprendizaje continuo que garantice el crecimiento profesional luego de haber obtenido una carrera técnica, tecnológica o profesional.
Dicho lo anterior, para tener un talento humano más cualificado, un acelerado proceso de industrialización y un sólido crecimiento del ingreso per cápita, se hace necesario, primero que todo, tener buenos resultados en materia de cobertura y calidad educativa.
Según DANE, en 2019, sólo 19% de la población económicamente activa tenía educación superior concluida -dicho indicador empeoró durante la pandemia-. Este no es un dato aislado. Según SNIES con datos de 2021, 53,9% de los bachilleres entran a la educación superior, y el resto sale a presionar el mercado laboral con apenas los conocimientos de la educación básica y media.
Ahora, la cantidad de jóvenes que no ingresa a la educación superior es mucho mayor si se tiene en cuenta que 28% de los niños que terminan la básica (hasta 9º grado) no toman la educación media (10º y 11º). En síntesis, de 100 niños que ingresan a 1º primaria, sólo 44 se gradúan como bachilleres (CNC).
La idea es que la población cada vez más cualificada permee el mercado laboral, pero si nos comparamos con los demás integrantes de la OCDE (organización de países desarrollados y emergentes a la que ya pertenece Colombia), nuestra población económicamente activa -PEA- y de ésta, la que se halla ocupada, siguen siendo mucho menos cualificadas. En 2019, sólo 19% de la población que laboraba tenía educación terciaria, mientras los que tienen básica o menos superan el 44%. En la OCDE estos indicadores son inversamente proporcionales (39,3% y 19,3%, respectivamente).
En conclusión, el tema de la educación no es algo que se pueda dejar al azar. Requiere de políticas públicas sostenibles en el tiempo -en otras palabras, políticas de Estado- y un fuerte trabajo con el sector privado y organizaciones sociales para que, de la mano, construyan el futuro de un país pensado en términos de calidad de vida, competitividad y responsabilidad con el planeta.
*Vicerrector de CEIPA