Eduardo Vargas Montenegro, PhD | El Nuevo Siglo
Jueves, 21 de Mayo de 2015

ESENCIA

Ciencia, fragmentación, amor

Se  dice popularmente que el ser humano es un animal de costumbres. Y sí; lo que en algún momento coyuntural de la vida nos funciona, generalmente lo queremos prolongar, tal vez por temor a no volver a encontrar algo tan satisfactorio como ello: esa es nuestra zona de confort. Estamos propensos a perpetuar lo habitual, sea esto una manifestación cultural, una acción individual o colectiva o una manera de expresar las emociones. También, y sobre todo, nos acostumbramos a las formas de pensar que, sin darnos cuenta y por más libertarios que podamos ser o queramos parecer, terminamos replicando en nuestras cotidianidades.

Es por ello que aún solemos considerar que el modelo de luchas y guerras que impera desde hace rato es el más adecuado y difícilmente se nos ocurre crear o creer en otras opciones que construyan armonía y solidaridad en vez de degradación y competencia. Más aún si nos basamos en la ciencia.

El paradigma moderno, newtoniano, cartesiano y darwiniano, está muy presente en nuestras vidas, pero ya no da suficiente cuenta de todo lo que nos ocurre, pues hay muchos fenómenos que aunque existen se escapan a su comprensión. La ciencia moderna, en arranque simplista, prefiere negar lo que no puede explicar.  No se trata de desconocer la ley de la gravedad, lo que además de imposible sería absurdo, sino de reconocer que no todo es medible, verificable ni cuantificable, lo que de por sí constituye una rebeldía ante una sociedad que tiene gran manía por estandarizar cada hecho y reducirlo a fenómenos lineales. La modernidad se fundamenta en una visión eurocéntrica y androcéntrica, herencia natural del patriarcado concibe un dios masculino y la fuerza intrusiva de la espada como la más legítima. Y hay otros paradigmas, otras miradas que también dan cuenta de cada fenómeno que ocurre.

El patriarcado patrocinó, sigue patrocinando, el obtener de las mujeres y la Tierra sus mejores frutos -descendencia en las primeras, recursos naturales en la segunda- sin importar consecuencias. El patriarcado confía en la selección natural a partir de la competencia y la guerra, lo que se refleja hoy en campeonatos deportivos o realities de todo tipo, en cualquier lugar del planeta, en los que para que uno gane los demás tienen que perder. Todo ello nos parece correcto, tanto que se afirma que la competencia es connatural al ser humano. Hoy, gracias al avance hacia otros paradigmas, podemos reconocer que no, que hay una fuerza más grande que la de la espada: la del amor. Lejos de que esta visión corresponda al romanticismo del siglo XIX, patriarcal por demás, es una mirada contemporánea desde las neurociencias. Ciencia avanzada…

@edoxvargas